En la mitología griega, Anio o Anión (en griego Ἄνιος) era rey de Delos y sacerdote de Apolo. Era hijo de Apolo y Reo, hija de Estáfilo, hijo de Dioniso.
Cuando el padre de Reo supo que su hija estaba encinta, no creyendo que fuera por obra de Apolo sino por un vulgar mortal, encerró a su hija en un cofre que abandonó en el mar a la deriva. El cofre llegó a la isla de Delos y allí Reo dio a luz a Anio y posteriormente lo depositó en el altar de Apolo a la vez que suplicó al dios que lo salvara si era hijo suyo. Por ello, Apolo se ocupó de su educación y le concedió el don de la profecía.[1] Después, Anio llegó a ser soberano de Delos.
Con Doripe, Anio tuvo a las tres Enotropeas o «Viñadoras»: a Elaide, Elais o Eleda (olivo), a Eno (vino) y a Espermo (semilla). Dioniso había concedido a estas tres doncellas la facultad de producir todo el aceite, el vino y el trigo que quisieran.[2][3] Por esta razón durante la guerra de Troya, los griegos acudieron a ellas para avituallar a su ejército. Las llamadas viñadoras fueron por su propia voluntad, pero después cansadas decidieron huir. Mientras los griegos las perseguían, pidieron ayuda a Dioniso, y él las transformó en palomas.[4]
Anio también tuvo hijos varones. Andro fue epónimo de Andros en tanto que Micono lo fue de Miconos.[5] El otro hijo, Taso[6] o Tasio,[7] fue devorado por perros y desde entonces se prohíben tener perros en Delos.[6][7]
Eneas, Anquises, Ascanio y otros refugiados, huyendo de Troya, viajaron a Antandro, luego a Tracia y finalmente llegaron a Delos, donde se encontraron con Anio y sus hijas, las Viticultoras.[8]