La atención es el proceso conductual y cognitivo de concentración selectiva en un aspecto discreto de la información, ya sea considerada subjetiva u objetiva, mientras que se ignoran otros aspectos perceptibles. La atención también ha sido denominada como la asignación de recursos de procesamiento limitados.[1]
Prácticamente la atención se puede definir como la capacidad que tienen las personas para seleccionar, mantener o dirigir la información relevante. Es decir, la atención es un proceso cognitivo que permite orientarnos hacia aquellos estímulos que son relevantes dándoles prioridad e ignorando los que no lo son. En resumen se puede decir que la atención nos sirve para guiar, elegir, mantener y procesar correctamente la información importante.
Desde el punto de vista de la psicología, la atención no es un concepto único, sino el nombre atribuido a una variedad de fenómenos. Tradicionalmente, se ha considerado de dos maneras distintas, aunque relacionadas. Por una parte, la atención como una cualidad de la percepción hace referencia a la función de la atención como filtro de los estímulos ambientales, decidiendo cuáles son los estímulos más relevantes y dándoles prioridad por medio de la concentración de la actividad psíquica sobre el objetivo, para un procesamiento más profundo en la conciencia.[2] Por otro lado, la atención es entendida como el mecanismo que controla y regula los procesos cognitivos; desde el aprendizaje por condicionamiento hasta el razonamiento complejo.
Podríamos destacar las siguientes características de la atención como las más importantes:
Hace referencia a la cantidad de información a la que podemos atender al mismo tiempo y al número de tareas que podemos realizar simultáneamente.
Es innegable que todos sentimos alguna vez la sensación de estar más o menos atentos, a esto se le denomina intensidad de la atención o tono atencional. Puede definirse entonces como la cantidad de atención que le prestamos a un objeto o tarea y está directamente relacionada con el nivel de vigilia y alerta de un individuo. Pueden producirse variaciones en la intensidad denominadas como fluctuaciones de la atención al descenso de la intensidad de la atención se le denomina “lapsus de atención”. Los cambios de atención pueden ser cortos y transitorios denominándose “cambios fásicos”, cuando son largos y relativamente permanentes se denominan cambios tónicos.
La atención cambia y oscila continuamente, ya sea porque procesamos dos o más fuentes de información (estímulos atendidos) o bien porque nos encontramos realizando dos tareas y la atención se va dirigiendo alternativamente de una a otra (shifting). El tiempo de las oscilaciones de la atención puede ser variable.
Supone dirigir la atención y poner en marcha sus mecanismos de funcionamiento en función de las demandas del ambiente y de la tarea que vamos a realizar, en este caso hablamos de atención controlada. La atención controlada a diferencia de la no controlada requiere un esfuerzo por parte del sujeto para mantenerla. Muchos autores afirman que es ésta, la característica más importante de la atención.
Los determinantes externos son los que proceden del medio y posibilitan que el individuo mantenga la atención hacia los estímulos que se le proponen, es decir, depende del medio ambiente.
Los determinantes internos o propios de la persona, son los que dependen del individuo, y condicionan aún más, no solo la capacidad y desarrollo de la atención, sino también su rendimiento.
Dependiendo de la implicación del sujeto a la hora de gestionar su propia atención, podemos hablar de tres tipos:
Es la capacidad de un organismo para concentrarse en una sola fuente de información, desechando otros estímulos que puedan interferir.[3] Por tanto, implica no solamente seleccionar la información relevante, sino también inhibir activamente la información irrelevante.[4]
Se refuerza cuando las disposiciones del sujeto permiten anticipar el ciclo perceptual, que incluye los esquemas anticipatorios. Donald Broadbent desarrolló un modelo, conocido como "metáfora del filtro" o "cuello de botella", para explicar la atención selectiva.
Consiste en los procesos que un sujeto pone en funcionamiento para atender, de modo simultáneo, varias demandas del ambiente que se le presentan a la vez en un momento o tarea dadas, distribuyendo los recursos atencionales entre las actividades o estímulos.[3] En estos casos, las tareas que menos recursos demandan son las altamente automatizadas por el sujeto (por ejemplo, en el caso de la conducción). Estos procesos dependen de un procesador central ejecutivo que gestiona los recursos atencionales.
Hace referencia a la persistencia de la atención en el tiempo para concentrarse en una tarea antes de que empiece a cometer errores. Resulta fundamental en las actividades escolares y laborales.[3]
La multitarea puede definirse como el intento de realizar dos o más tareas simultáneamente; sin embargo, las investigaciones demuestran que cuando se realiza una multitarea, las personas cometen más errores o realizan sus tareas con más lentitud.[5] La atención debe dividirse entre todas las tareas componentes para realizarlas. En la atención dividida, los individuos atienden o prestan atención a múltiples fuentes de información a la vez o realizan más de una tarea al mismo tiempo.[6]
En investigaciones más antiguas se estudiaron los límites de las personas que realizaban tareas simultáneas, como leer cuentos, mientras escuchaban y escribían otra cosa,[7] o escuchar dos mensajes separados a través de oídos diferentes (es decir, escucha dicótica). En general, la investigación clásica sobre la atención investigó la capacidad de las personas para aprender nueva información cuando había múltiples tareas que realizar, o para sondear los límites de nuestra percepción (c.f. Donald Broadbent). También existe literatura más antigua sobre el rendimiento de las personas en múltiples tareas realizadas simultáneamente, como conducir un coche mientras se sintoniza una radio[8] o conducir mientras se habla por teléfono.[9]
La gran mayoría de las investigaciones actuales sobre la multitarea humana se basan en la realización de dos tareas simultáneamente,[5] lo que suele implicar conducir mientras se realiza otra tarea, como enviar mensajes de texto, comer o incluso hablar con los pasajeros del vehículo o con un amigo por el móvil. Esta investigación revela que el sistema atencional humano tiene límites en cuanto a lo que puede procesar: el rendimiento al volante es peor mientras se realizan otras tareas; los conductores cometen más errores, frenan más fuerte y más tarde, sufren más accidentes, se desvían hacia otros carriles y/o son menos conscientes de su entorno cuando realizan las tareas mencionadas anteriormente.[10][11][12]
Se ha encontrado poca diferencia entre hablar por un móvil manos libres o por un móvil de mano,[13][14] lo que sugiere que es la tensión del sistema atencional lo que causa problemas, más que lo que el conductor esté haciendo con las manos. Aunque hablar con un pasajero es tan exigente desde el punto de vista cognitivo como hablar con un amigo por teléfono,[15] pasajeros pueden cambiar la conversación en función de las necesidades del conductor. Por ejemplo, si el tráfico se intensifica, un pasajero puede dejar de hablar para permitir que el conductor navegue por la calzada cada vez más difícil; un interlocutor por teléfono no sería consciente del cambio de entorno.
Ha habido múltiples teorías sobre la atención dividida. Una, concebida por Kahneman,[16] explica que existe un único conjunto de recursos atencionales que pueden dividirse libremente entre múltiples tareas. Sin embargo, este modelo parece excesivamente simplificado debido a las diferentes modalidades (por ejemplo, visuales, auditivas, verbales) que se perciben. [17] Cuando las dos tareas simultáneas utilizan la misma modalidad, como escuchar una emisora de radio y escribir un trabajo, es mucho más difícil concentrarse en ambas porque es probable que las tareas interfieran entre sí. El modelo de modalidad específica fue teorizado por Navon y Gopher en 1979. Sin embargo, investigaciones más recientes que utilizan paradigmas de doble tarea bien controlados apuntan a la importancia de las tareas.[18]
Como alternativa, se ha propuesto la teoría de los recursos como una metáfora más precisa para explicar la atención dividida en tareas complejas. La teoría de los recursos afirma que, a medida que se automatiza cada tarea compleja, la realización de esa tarea requiere menos recursos atencionales de la capacidad limitada del individuo.[17] En nuestra capacidad para prestar atención y concentrarnos en muchas tareas a la vez intervienen otras variables. Entre ellas se incluyen la ansiedad, la excitación, la dificultad de la tarea y las habilidades.[17]
Las perturbaciones de la atención se conocen como "disprosexias" y son fundamentalmente de orden cuantitativo:
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad se trata de un cuadro diagnóstico en el que hay implicados otros síntomas que afectan a la actividad, las relaciones y la vida diaria de la persona. Se considera una condición permanente del desarrollo neuropsiquiátrico. Se clasifica en 3 subcategorías diagnósticas:[19]