El término candidato se refiere al que aspira a algún puesto, grado, empleo, premio, honor.
Candidato deriva del latín candidus ('blanco brillante', 'blanco puro').[1][2]
Se deriva de la costumbre que observaban en la Antigua Roma los que pretendían obtener los cargos políticos de la república, los cuales se presentaban en las asambleas y reuniones públicas vestidos con una toga blanca, candida, entizada y blanqueada para que resultara de un blanco brillante, presumiblemente para indicar la pureza de sus intenciones y muy lucida con objeto de llamar más la atención y hacerse reparar de los que tenían que votar su participación en los asuntos cívicos.[3] Incluso la nobleza romana, que por lo general usaban una franja de púrpura en su toga, estaba obligada a usar esta simple toga candida durante la campaña electoral para garantizar la igualdad de oportunidades para todos los contendientes.[4]
En el tiempo del emperador Gordiano III llamaron también candidatos, candidati, a ciertos soldados de las legiones romanas, que para diferenciarse de los demás soldados vestían unas túnicas blancas. Se distinguían además de los otros legionarios por su talla, figura y valor y por lo común peleaban cerca del general o del emperador.
Tertuliano llama a los que pedían el bautismo candidati Dei.
A las personas que desean ser recibidas como miembros de la Iglesia católica y que han sido bautizadas en otra denominación cristiana principal se les denominan candidatos y su recepción en la Iglesia católica se lleva a cabo a través de una profesión de fe, seguida de la recepción de la Comunión y la Confirmación.[5] En cambio, aquellas personas que nunca han recibido el sacramento del bautismo son canónicamente consideradas no cristianas y si se están preparando para convertirse en miembros de la Iglesia católica, se les conoce como catecúmenos.[5]