En la percepción común, en nuestra sociedad, el crecimiento económico es, digámoslo así, una bendición. Lo que se nos viene a decir es que allí dónde hay crecimiento económico, hay cohesión social, servicios públicos razonablemente solventes, el desempleo no gana terreno, y la desigualdad tampoco es grande. Creo que estamos en la obligación de discutir hipercríticamente todas estas. ¿Por qué? En primer lugar, el crecimiento económico no genera, o no genera necesariamente, cohesión social. Al fin y al cabo, éste es uno de los argumentos centrales esgrimidos por los críticos de la globalización capitalista. ¿Alguien piensa que en China hay hoy más cohesión social que hace 15 años? [...] El crecimiento económico genera, en segundo lugar, agresiones medioambientales que en muchos casos son, literalmente, irreversibles. El crecimiento económico, en tercer término, provoca el agotamiento de los recursos que no van a estar a disposición de las generaciones venideras. En cuarto y último lugar, el crecimiento económico facilita el asentamiento de lo que más de uno ha llamado el "modo de vida esclavo", que nos hace pensar que seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos, y sobre todo, más bienes acertemos a consumir. Por detrás de todas estas aberraciones, creo que hay tres reglas de juego que lo impregnan casi todo en nuestras sociedades. La primera es la primacía de la publicidad, que nos obliga a comprar aquello que no necesitamos, y a menudo incluso aquello que objetivamente nos repugna. El segundo es el crédito, que nos permite obtener recursos para aquello que no necesitamos. Y el tercero y último, la caducidad de los productos, que están programados para que, al cabo de un periodo de tiempo extremadamente breve, dejen de servir, con lo cual nos veamos en la obligación de comprar otros nuevos.[9]
Alerta del peligro de un ecofascismo destinado a preservar para una minoría los recursos mundiales. Es una ideología que parte de la certeza del cambio climático (por tanto no es negacionista) y del agotamiento de todas las materias primas energéticas que nos lleva a una nueva forma de fascismo para preservar para una minoría selecta los recursos mundiales visiblemente escasos a través de políticas de carácter fundamentalmente represivo.[10][11] El ecofascismo no sería un proyecto negacionista vinculado con marginales circuitos de la extrema derecha, sino que surgiría en el seno de los principales poderes políticos y económicos. Una de sus medidas sería marginar, en la versión más suave, y exterminar, en la más dura, a lo que consideraran poblaciones sobrantes en un planeta que habría roto visiblemente sus límites.[12] Carlos Taibo relata siete acciones para hacer frente al escenario de ecofascismo como serían decrecer, desurbanizar, destecnologizar, despatriarcalizar, descolonizar, descomplejizar y desmilitarizar.[13]
Carlos Taibo es miembro del consejo editorial de Sin Permiso desde su fundación en 2006 y ha publicado artículos en medios como el diario Público.[15] Es autor de más de treinta libros en español y en gallego, en su mayoría relativos a las transiciones en la Europa central y oriental contemporánea,[16] así como sobre temas geopolíticos de interés general.
«O Estado e o nacionalismo Español». Dentro del ciclo de conferencias «Economia, História, e Realidade Social» de la agrupación cultural O Facho. La Coruña. 2 de abril de 2009.
«Repensar la anarquía». Dentro de las jornadas «Releyendo el ayer, escribiendo el mañana» organizadas por Ideia Kolektiboa y CGT. Pamplona. 18 de febrero de 2015.
↑Carlos Taibo (14 de marzo de 2009). «En defensa del decrecimiento». Asociación Globalizate. Archivado desde el original el 3 de abril de 2009. Consultado el 25 de marzo de 2009.