El cimacio (de latín cymatium y este del griego κυμάτιον ‘olita’) es una moldura curva en forma de S, con función tanto estética como estructural. Su sección se compone de dos arcos de circunferencia enlazados tangencialmente. Se ha utilizado en arquitectura desde la época clásica hasta el siglo XIX, cuando los nuevos materiales (acero y hormigón) generaron una nueva arquitectura que no se basaba en los cánones clásicos. Actualmente los cimacios se utilizan en obras de restauración en monumentos, o bien en trabajos de ebanistería.
En la arquitectura griega o romana se llamaba sima y constituía el elemento terminal de la cornisa (con una moldura) a menudo enriquecida con perforaciones para permitir la evacuación del agua de lluvia desde la cubierta. Tales perforaciones se denominan goterones, y solían estar decoradas con cabezas de león. La sima también estaba adornada con palmetas y otros elementos decorativos.
En el uso general, se entiende aquel conjunto de molduras que sirve para coronar un elemento arquitectónico, como un pedestal o una ménsula, como sinónimo del término coronación.
El cimacio constituía el elemento más característico del orden utilizado en la arquitectura románica, pues normalmente los capiteles no se basaban en el orden clásico. En lugar del delgado ábaco utilizado en el orden clásico, se colocaba un grueso cimacio tallado, que hacía las veces de ábaco y de cimacio al mismo tiempo que servía para descargar sobre el capitel las tensiones generadas por los arcos.
En ingeniería se denomina cimacio a la parte curva de un vertedero o presa derivadora. Su forma es muy parecida a la moldura utilizada en arquitectura pero espejada horizontalmente.