Conde (antiguamente, cómites o comes) es un título nobiliario, con cuya concesión los monarcas muestran su gratitud a ciertas personas. Este reconocimiento —surgido en Europa y extendido a otras partes del mundo durante algunas épocas— suele llevar parejo un determinado tratamiento asociado al mismo pero actualmente no concede ningún tipo de privilegio,[1] como antaño, cuando recibían tierras o exenciones de impuestos, entre otras gracias. Su variante femenina es condesa y su señorío se denominaba condado.[2] Se le considera de rango inmediatamente inferior al título de marqués.[3]
Su origen está en los comites («acompañantes del emperador») del Bajo Imperio romano.
Actualmente el término county («condado» en inglés) se utiliza como demarcación administrativa en algunos países angloparlantes, tales como Estados Unidos, Reino Unido, Canadá o Australia. En este sentido equivale a la provincia española.
Actualmente existen en España unos 1000 títulos nobiliarios con la denominación de condados.[4]
El cónyuge de quien ostenta el título también es conocido como conde o condesa.
Conde viene de la palabra latina comes que significa compañero. Entre los romanos[5]se usó este título para designar a los que estaban al lado del emperador y le acompañaban en sus viajes. Algunos pretenden que era ya conocido en tiempo de la república, otorgándose a los tribunos, prefectos, a otros que acompañaban a los procónsules y demás oficiales superiores en las provincias de sus departamentos. Mas no se consideró como dignidad hasta el imperio de Constantino, quien nombró condes para el servicio de tierra y de mar, para los asuntos de paz y guerra y para los de religión, entre otros. [cita requerida]
En España existieron los títulos de condes en tiempo de los godos y en los primeros siglos de la monarquía legionense fueron títulos de oficio y no de honor como actualmente. Había condes palatinos y condes de provincias. [cita requerida]
Para elegir o trasladar a los condes consultaban los reyes no solamente el mérito personal, sino también el de sus antepasados, premiándolo en sus hijos si eran capaces de desempeñar tan grave y delicado encargo. El rey Alfonso el Sabio fue el primero que otorgó títulos perpetuos de condes con tierras cuando nombró a sus primos Luis y Juan condes de Belmonte. En 1293 confirmó Sancho IV de Castilla el señorío de Santa Eufemia con título de condado. Alfonso XI dio en 1328 título de conde de Trastámara, Lemos y Sarria a Álvar Núñez Osorio, su privado, y desde aquel tiempo se fue introduciendo la costumbre de dar títulos de condes con el señorío de tierras y jurisdicción civil y criminal sobre los vasallos.[6] A partir del «siglo XIX», este título es simplemente honorífico. [cita requerida]
El tratamiento que reciben los poseedores de este título nobiliario es el de Ilustrísimo[7] si dicho título no posee la Grandeza de España en cuyo caso sería Excelentísimo. [cita requerida]
En Francia era costumbre que los títulos pertenecieran a las tierras y al cambiar de dueño estas también lo hacía el título.[8] Esta costumbre se recoge en la novela El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, cuando el hijo de Danglars discute con su amigo si Edmundo Dantés podía utilizar el título de conde cuando no poseía la villa de Montecristo.
Los personajes del conde y condesa se han utilizado en numerosas ocasiones como personajes de novelas, películas y otras obras:
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