En latín un conventus (en español, convento) significa 'asamblea' o 'reunión', y con esta palabra se designaba las reuniones conjuntas de romanos e indígenas que aconsejaban al gobernador en la administración de justicia.
Las reuniones jurídicas se realizaban en diversas localidades, que por ello se llamaban conventus o conventus iuridici. El gobernador provincial o legado realizaba sus funciones jurídicas itinerantes anuales en cada una de las sedes de estos conventus, en fechas fijas, usualmente en verano. En consecuencia, la población de los alrededores acudía en esas fechas a la capital del conventus para realizar todo tipo de actos jurídicos, desde pleitos hasta la regularización de contratos. Posiblemente el legado también aprovechase su estancia para establecer las delimitaciones de las áreas de recaudación y de reclutamiento.
Esto hace que el conventus quede establecido por su capital, la ciudad donde el gobernador establecía su tribunal, más que por su territorio, que no era fijo. Los habitantes de la provincia podían acudir a una u otra sede de conventus, a su conveniencia. Evidentemente, en general acudían a la sede más cercana a sus lugares de residencia. Todo esto explica que los límites territoriales de los conventus sean bastante vagos, ya que no estaban jurídicamente definidos, a diferencia de las provincias.
Como organización territorial de las provincias romanas de Dalmacia, Asia e Hispania, se estableció una subdivisión jurídica en conventus iuridicus, al tiempo sede administrativa y capital. Su creación data más probablemente de la época de Augusto.[1]
En tiempos de Claudio, las tres provincias de Hispania poseían en total catorce sedes de conventus:
La provincia Tarraconense estaba dividida en siete conventus:
La provincia Bética estaba dividida en cuatro conventus:
La provincia Lusitania estaba dividida en tres conventus:
El culto imperial en Hispania se centralizaría mediante los conventus.
Plinio el Viejo nombra tres conventus:
En Asia, los conventus o iurisdictiones existían antes de Augusto, y según la epigrafía, probablemente bajo Calígula, eran trece. El tamaño de estas circunscripciones no era homogéneo, y los límites eran más fijados para las mercancías del transporte que en función de las solidaridades entre ciudades. La organización varió con el tiempo, según las rivalidades entre ciudades para tener el honor de ser la sede del gobernador.[1] Plinio nombra ocho conventus: