Elementos de la armería heráldica |
El uso de las coronas como un distintivo o marca de soberanía es muy antiguo. La primera que se fabricó con rayos derechos y ondeados fue para Apolonio, rey latino que se decía nieto de Apolo, cuando se formaron los artículos del combate entre Eneas y Turno. Traía una corona de oro de doce rayos, según Virgilio en el párrafo VIII de su Eneida.
Diodoro de Sicilia nos manifiesta que el pabellón de Alejandro y su casco fueron adornados de una corona de oro. David ganó una del rey Melcom, toda enriquecida de piedras preciosas, que colocó después sobre su cabeza. Y Salomón, su hijo y sucesor, trajo otra rayonada de oro y engastada de piedras preciosas.
Los primeros emperadores romanos de la familia de los Césares no traían otras coronas que de hojas de laurel, no solo por ser instituidas por coronas triunfales, sino también por la creencia que tenían de que las hojas de laurel no eran tocadas por el rayo de Júpiter.
Estos mismos no se atrevieron a tomar coronas de oro por la aversión que tenían el senado y el pueblo romano a la monarquía, no queriendo dar estas señales a sus emperadores más que por insignias militares de honor y de virtud. Sin embargo, es cierto que cuando los emperadores morían, el pueblo romano no les daba estas coronas, pero las toleraba en sus medallas y estatuas y cuando se ponían en el número de los dioses.
Al fin, toda esta modestia y cautela romana la mudó el abuso y la vanidad de sus emperadores, adelantándolo tanto, que no solo usaron vestidos y ornamentos reales, sino que también se atribuyeron, estando vivos, títulos divinos, que solo se les daban después de muertos.
Entre los griegos y romanos se encuentra el uso de diferentes formas de coronas, dándonos claro testimonio de ello sus historias, particularmente las ocho coronas distintas que daban por recompensa militar, teniéndose las unas en más estimación que las otras, según el motivo o causa por las que se concedían.
Del uso de estas coronas y a su imitación después de la ruina y decadencia del imperio romano, vino el de coronarse los reyes y soberanos, poniéndolas también sobre sus escudos de armas por señal de dignidad, de poder, de soberanía, de autoridad y de imperio. Que con diversa hechura se diferencia cada una como las de los títulos que por concesión de los reyes se usan en todos los pueblos civilizados.
La corona de los reyes de España está formada de un círculo de oro, enriquecido de piedras preciosas, con ocho florones al modo de las hojas de apio, entrepuestos de una perla, levantados, cubiertos de otras tantas diademas cargadas de perlas, cerradas por lo alto, y sobre ellas unido a la parte que se juntan un globo de oro centrado y cruzado de una cruz llana de lo mismo, a causa del título de rey católico.
El primero de los reyes de España que se coronó, usando de cetro y vestiduras reales, fue el godo Leovigildo en los años de 574, teniendo su corte en Sevilla; y el rey Alfonso VIII, con la autoridad del papa Inocencio II, se coronó emperador de España, dando por eso el título y corona imperial a la ciudad de Toledo.
El príncipe de Asturias lleva la misma corona cerrada que el rey con la diferencia de poner solo cuatro diademas en lugar de ocho que tiene la del soberano. Véase corona del príncipe de Asturias
Los infantes usan de la misma corona, excepto que no tiene diadema alguna.
Los emperadores se coronaban antiguamente con tres coronas:
La corona imperial que usan los emperadores, algo diferente de la que traían otras veces, es de oro como la de los reyes con ocho florones y un bonete de escarlata en forma de mitra, aunque no tan larga y apuntada con dos listas franjadas al cabo, pendientes una a cada lado, abierto, elevado y mantenido de dos diademas de oro cargadas de perlas, una a cada lado de la abertura, y saliendo del medio de ella otra diadema de lo mismo, que sostiene un globo centrado y cruzado de una cruz de oro.
La de los reyes de Inglaterra (corona de San Eduardo) es de oro realzada de cuatro flores de lis (por una imaginaria pretensión al reino de Francia) entrepuesta con cuatro cruces patees cubierta de cuatro diademas cargadas de perlas y sobre el lugar donde se juntan sus puntas un globo de oro cruzado de una cruz igual a las otras. Es más parecida a la corona del príncipe de Asturias.
La de los reyes de Escocia es similar a la de los reyes de Inglaterra, pero sin las perlas.
La de los reyes de Francia, antes de la revolución de fines del siglo XIX, estaba también formada de un círculo de oro con ocho flores de lis, cerrada de las mismas diademas cargadas de perlas cerradas, unidas y surmontadas de una doble flor de lis, que es la cimera de Francia. Pero después de la proclamación de Napoleón Bonaparte como primer emperador se utilizó como corona propia la del Imperio francés.
La de archiduque es un círculo relevado de ocho florones, cerrado con un bonete redondo de grana cubierto de cuatro diademas cargadas de perlas y sobre ellas, un globo de oro surmontado de una cruz de lo mismo.
La del gran duque de Florencia o de Toscana es una corona abierta casi a la antigua, guarnecida de dos grandes flores de lis esparcidas y de muchas puntas o rayos agudos y curvos entremezclados y terminados de pequeñas flores de lis.
Los señores que tienen tierras con título de principado se sirven de la corona a la antigua, el círculo de oro, esmaltado de diversos colores y levantado de doce puntas o rayos derechos y agudos,.
Los electores del Imperio traen un bonete de grana, la vuelta levantada con ocho puntas circulares de armiños, diademado de un medio círculo cargado de perlas, cimado de un globo centrado y surmontado de una cruz de oro. Bien que estos bonetes no son tan privativos de los electores que no los tomen también otros soberanos y príncipes de Alemania, donde hay otros que también son coronaciones de diferentes hechuras, que no pasan ni se tienen sino por cimeras.
El dux de Venecia, antes de usar de corona en calidad de rey de Chipre, traía un bonete grande curvo con punta de tela de oro, rodeado de un círculo de lo mismo, con puntas y pequeños globos en ellas, cubierto de pedreria, con dos lazos o franjas con puntas pendientes de la propia tela, y puestas a los dos lados.
El dux de Génova usa ya también de corona por rey de la isla de Córcega pero anteriormente traía un bonete de terciopelo negro piramidal, galoneado de oro.
El sultán o emperador de los turcos no usa de corona de oro sobre su cabeza ni menos sobre el escudo de armas. Pero trae un gran turbante vacío por dentro y cubierto por fuera de una tela fina blanca de algodón, redondeada por medio de un hilo de alambre areado que lo tiene extendido y le da su forma, adornado en cada uno de sus dos lados con una riquísima joya de diamantes y carbunclos de donde salen dos plumajes de garza y penden gruesas perlas y algunas veces crecientes o medias lunas que son las armas de su imperio, teniendo dos cadenas de oro y pedrería que pasan de uno a otro lado por delante del turbante.
Los bajáes y otros grandes señores de aquel país traen un turbante de diferente forma, que hace cada uno a su fantasía.
Aunque las coronas no sean marcas de antigua nobleza, se traen por símbolo titular y por distinción de la dignidad que pertenece a cada uno, pues ninguno por su nacimiento tiene derecho a timbrar con corona su escudo, sino los hijos primogénitos de emperadores, reyes y príncipes soberanos. Sin embargo, está concedido este honor a los duques, marqueses, condes, etc. no por su persona ni menos por su nacimiento sino por la dignidad y jurisdicción de los estados y tierras que poseían que por ser diferente la forma de cada una, se describirán por el orden siguiente.
Las reinas, princesas y otras damas tienen el derecho y privilegio de poner las mismas coronas en sus armas que por los títulos usan los maridos en las suyas.
Esta es la regularidad que hay de coronas y se observa en todo el mundo a excepción de aquellos que, llenos de vanidad o de ignorancia, acostumbran poner en sus armas indiferentemente cualquiera corona o creyendo que el ponerla de duque, marqués, conde, etc. consiste en la voluntad del grabador o al arbitrio del que las usurpa. Pero este abuso confunde las dignidades y aun los grabados de nobleza y por tanto sería útil y conveniente proscribirle.
Para evitar esos abusos y otros que estaban ya introducidos en los años de 1586, Felipe II, rey de España, mandó expedir un real edicto, fecha en San Lorenzo en 8 de octubre del mismo año, cuyo tenor es como sigue:
Aunque esta ley prohíbe a toda suerte de personas el uso de poner coronas en los escudos de armas, etc., a excepción de los duques, marqueses y condes, deben entenderse también exceptuados los vizcondes y barones, las ciudades, villas, lugares y organizaciones que por privilegio especial tienen permiso de ponerla, habiéndola usado antes y después de esta pragmática la villa de Madrid por concesión de Carlos I llamada por esto coronada y otras familias que por servicios muy señalados tienen esta prerrogativa de los reyes.
Alemania (desde 1918)
Austria (desde 1918)
En heráldica, un mueble es toda figura que aparece representada dentro del campo del escudo propiamente dicho. En muchos escudos se muestran coronas como muebles, uno de los ejemplos más conocidos son las tres coronas abiertas que se muestran en el escudo de Suecia.
Al margen de todo lo anterior, un gran número de animales (frecuentemente leones y águilas) y en ocasiones inclusos rostros humanos aparecen coronados. Cuando un animal se representa con una corona abierta colocada sobre su cuello, se le describe como colletado.