El drama, también conocido como literatura dramática, es un género literario que, junto a la poesía y la épica, es uno de los primeros grandes géneros en los que se dividió la literatura.[1] El término proviene del griego δράμα, que significa “hacer” o “actuar”; sin embargo, su significado en español incluye, dentro de sus acepciones, al texto literario cuya intención es la de ser puesto en escena. El drama es cualquier texto literario escrito para ser representado ante un público.
En el género dramático, el autor lleva el desarrollo de la acción a la escena: los hechos no se relatan, sino que se representan. Su forma expresiva es el diálogo y los personajes adquieren vida gracias a un grupo de actores y actrices que lo escenifican. Suele llamarse drama a aquella obra que incluye temáticas, pasajes o elementos serios o graves, especialmente cuando tiene un "final trágico", pero el término hace referencia también a las obras cómicas (al menos en la cultura occidental, donde se considera que nació del término drama). Como género incluye, pues, tanto a la tragedia como a la comedia.
A pesar de que existieron antecedentes en diversas partes del mundo,[2] los estudiosos coinciden en que el género dramático tuvo su origen en Grecia. Al inicio, las representaciones teatrales estaban relacionadas con el culto a Dioniso, dios del vino y la alegría, y poseían por lo tanto un carácter sagrado. Dichas representaciones consistían en himnos dedicados a esa deidad o divinidad. Más tarde, fueron introduciéndose cambios a los cantos; de esta forma surge el género dramático propiamente dicho.
Los dramaturgos griegos más importantes fueron: Tespis, el primero en sacar a un integrante del coro para crear un diálogo, al que llamó protagonista; luego, Esquilo saca a otro integrante del coro y lo pone a dialogar con el corifeo (jefe del coro), y lo llamó deuteragonista; por último, Sófocles introduce al tercer actor (triagonista), el decorado y aumenta los coreutas (los demás integrantes del coro).[cita requerida]
De la Antigua Grecia, la obra dramática pasó a Roma; sin embargo, antes de que Grecia fuera conquistada por los romanos, estos últimos ya habían desarrollado la farsa a manera de piezas muy breves, cómicas o bufonescas sin un texto escrito; destacan las atelanas, que son reconocidas por algunos especialistas como antecedentes de la comedia dell'arte.[2] En esta cultura, que se caracterizó por sus juegos o ludi, donde los más populares eran los ludi circense o circos romanos (consistentes en carreras de carros, combates de fieras y peleas de gladiadores); los ludi scaenici, que eran los juegos dedicados al teatro, se inclinaron por la comedia, la cual fue mucho más exitosa y siguió el modelo de la comedia nueva, propuesto por Menandro. Los autores más destacados fueron comediógrafos, y los que han trascendido hasta nuestros días son Plauto y Terencio, mientras que Séneca se reconoce como el único dramaturgo destacado.[cita requerida]
Durante el primer período de la Edad Media, el género dramático se extinguió, y se olvidaron por completo las obras griegas. Alrededor de los siglos XI y XII los europeos reinventaron el teatro, y surgieron comedias escritas en latín, que eran representadas en monasterios, cortes y universidades; no era un teatro para el pueblo, sino que surgió en las iglesias y consistió en la dramatización de ciertas escenas del Evangelio. Dichas representaciones, escritas en lengua vulgar, se llevaban a cabo principalmente en las tres fiestas más importantes de la liturgia: Navidad, Epifanía y Resurrección.
La primera obra teatral escrita completamente en lengua española fue el Auto de los Reyes Magos. Se conserva incompleta (142 versos); falta la parte final, que debía mostrar la adoración de los reyes al Niño Jesús. Esta representación se escribió a fines del siglo XII o principios del siglo XIII y, como todas las de su tiempo, es anónima.
Es un género destinado a ser representado públicamente frente a un auditorio, por lo que abarca todas las manifestaciones teatrales. Lo que sucede en la obra no está descrito ni narrado, ni comentado directamente por el dramaturgo, sino visto por el espectador. La obra está escrita, pero lo principal en ella es lo que ocurre (debido a esto, existen obras dramáticas sin palabras, en las cuales se utilizan gestos y actitudes que expresan el conflicto).
La obra teatral se caracteriza por la reunión de ellas en diversos códigos, como el verbal, el paraverbal y el no verbal. Cuando hablamos de código paraverbal, nos referimos a aquel que complementa al verbal, esto es entonación, énfasis y pausas. En la categoría de códigos no verbales encontramos los gestos, la música, el sonido, la iluminación, la escenografía, el vestuario y el maquillaje. Esta confluencia de códigos permite dar vida en el escenario al mundo creado por un escritor (que crea la obra dramática) y el director, que es el responsable del espectáculo u obra teatral.
La teoría literaria lo ha dividido de diversas maneras; Aristóteles y Horacio, en sus respectivas poéticas, distinguieron a la tragedia y dentro de esta a la comedia[3]. Posterior a dicha clasificación, aparecen otras formas teatrales:
Una de las clasificaciones más aceptada es la que distingue entre géneros realistas y géneros no realistas. En un primer momento se reconoció dentro de los géneros realistas a la tragedia y la comedia, más tarde se reconocería a otros, tales como la obra didáctica y la tragicomedia (también conocida como comedia trágica clásica), mismos que empezaron a generarse desde el Renacimiento. Por último ha de sumarse la farsa, considerada por algunos como el "género imposible". Todos ellos tienen en común la representación de algún episodio o conflicto de la vida de los seres humanos por medio del diálogo de los personajes o del monólogo; además se caracterizan por emplear la función apelativa del lenguaje. Este género posee diversos elementos internos que son:
Otra clasificación aceptada por los especialistas es la que reconoce géneros mayores y menores. Según la teoría contemporánea de Eric Bentley y Luisa Josefina Hernández, existen siete géneros teatrales mayores:
En el teatro contemporáneo coexisten numerosas formas y estilos teatrales, más o menos teorizadas:
Algunos teóricos del siglo XX insisten en la diferenciación categórica entre el drama y el teatro. El primero sería la versión constituida en lo absoluto por elementos lingüísticos, formando parte entonces de lo que se considera un género literario, cuya particularidad es el predominio de la función apelativa del lenguaje, la ausencia de un mediador (intérpretes, actores) entre el mundo creado (la realidad ficticia) y el lector y la posibilidad virtual de ser representado.
El teatro es la concreción del drama e incluye la actuación, la música, etc. Es decir, elementos que no le son propios al drama como realidad lingüística acotada solamente al discurso. El análisis de un drama puede hacerse desde la crítica literaria, mientras que el análisis del teatro debe incluir factores como la actuación, la evaluación del espectáculo, los músicos, la iluminación, etc.
Desde la perspectiva de la etnoescenología (campo interdisciplinario que estudia los fenómenos y comportamientos humanos espectaculares organizados, PCHSO), el teatro es un subgrupo dentro del conjunto de formas espectaculares organizadas. Se pueden distinguir tres aspectos claves dentro del análisis de una forma espectacular: la espectacularidad, la Performatividad (Teatro) y el fenómeno de relación simbiótica o de empatía que se construye en la relación con el público (Pradier, 1996)[5].
La pertinencia de la evaluación de estos aspectos del teatro como forma espectacular reside en el hecho de que toda forma espectacular responde a un contexto social. En este sentido, la dramaturgia y su manifestación espectacular por medio del teatro se organizan por medio de códigos que no son universales, sino que son particulares a un contexto histórico y cultural.
Como género cinematográfico, el drama siempre plantea conflictos entre los personajes principales de la narración fílmica y provoca una respuesta emotiva en el espectador, a quien conmueve, debido a que interpela su sensibilidad. Los problemas de los personajes están relacionados con la pasión o con problemas interiores.
La temática de este tipo de películas es diversa, pero su eje principal es el amor. Cuando el énfasis en lo amoroso/emocional es exagerado, el drama se conoce como melodrama: en él, los personajes quedan limitados al carácter simplista de buenos o malos.
La mayor parte de las películas u obras teatrales promueven la moralidad como eje central y, por ello, tienen una dimensión didáctica acusada. La presencia de la música y la fotografía acentúan la credibilidad de la obra.