La flissa (flyssa) es un sable recto o espada (según convenciones) del Norte de África, de hoja de un solo filo hasta su último tercio, donde es de doble, la cual finaliza en una aguda punta. Este tipo de espadas toman el nombre del pueblo o tribu de donde procedían Iflissen I Bahr. El galicismo de este topónimo derivó en flissa.
Esta arma de evidente ascendencia otomana (es bastante similar a ciertos yataganes y espadas de Avar) proviene de los bereberes que residían en el Magreb, los pueblos de las Kábilas? de Ifliseen. Su aparición se remonta al siglo XVI-XVI, aunque la mayoría de ejemplares que encontramos son del siglo XVIII en adelante. Estas armas, debido a las tierras donde se usaron, perduraron hasta el siglo XIX.
Las flissas son muchas veces catalogadas como dagas o cuchillos largos, de hecho no hay mayor diferencia que la longitud entre estas dagas y las espadas. Por ello su longitud varía desde los pocos decímetros al metro de hoja, aunque la norma es de 70 a 80 cm de hoja.
Su construcción se basaba sobre todo en aceros importados a los puertos de Argel y Trípoli, aunque poseían minas locales, y dada su condición elitista –a diferencia de las Nimchas, solía tomar grabados geométricos y curvilíneos además de damasquinados.
La hoja que se asemeja mucho a sus parientes otomanas, posee la gran diferencia de ser eminentemente punzante a partir del último tercio, donde forma un triángulo en vez de ángulo curvado como otros sables del mundo musulmán u oriental.
Al ser un arma eminentemente de ataque –o de mínima esgrima-, las guardas y arriaces no suelen aparecer o bien son meras “decoraciones” poco funcionales.
Las empuñaduras son por sí mismas son un capítulo aparte. Además de las analogías con los shamsir y saifs, cuyas empuñaduras representan muchas veces animales tales como felinos y dragones de origen oriental, las flissas poseen empuñaduras de marfil, hueso y maderas nobles con dibujos geométricos muy a lo musulmán. Siendo todas de grandes acabados.