Hidalgo, hijodalgo, fidalgo (del castellano antiguo, y común en literatura) o infanzón es un noble, aunque coloquialmente se utilice el término para referirse a la nobleza no titulada, especialmente en España y Portugal. En España existían muchas clases de hidalguías: «notorio», el «de solar conocido», el «de todos cuatro costados», el «de devengar quinientos sueldos», los «hidalgos por el cuerno» y otros, incluso uno que está entre lo conceptual y lo real, el «hidalgo como un gavilán».[1] Hace referencia a hijo de algo como hijo de algún linaje, con variadas calidades la palabra algo, en sus diferentes contextos, denotaba “noble”, “valioso”, “bueno”. Además de los Infanzones era sinónimo de Gentileshombres y Escuderos.[2]
El censo de 1787 contaba en España 480.589 vecinos hidalgos (cabezas de familia) sobre una población de 10.268.150 habitantes, por lo que se estima que suponían menos del 5 % del total.[3][4]
Ignota, se desconoce el origen cierto. Covarrubias dice que se sabe que de hidalgo vino hidalguía, que comúnmente se refería al hombre bien nacido, existiendo el femenino hidalga, que su uso es muy propio de España. Fidalgo se dijo por el latín fide «fe»[1] que vale por 'confianza y lealtad'.
Esto no obsta que hubiera varias acepciones que se arraigan en lo antiguo. Según Sebastián de Covarrubias en su tiempo se consideraban estas:
En las Siete Partidas, aparece en muchos lugares, en una donde se trata cómo escoger las personas para la milicia dice:[1]
E por esso sobre todas las cosas cataron que fuessen hombres de buen linage, porque se guardassen de fazer cosas porque pudiessen caer en verguença: e porque estos fueron escogidos de buenos logares y con algo. Quiere tanto dezir en lenguage de España, como bien. Por esso los llamaron Fijos de algo, (...)ley segunda tit. 21. partita 2.[1]
Literariamente los hidalgos han sido caracterizados fundamentalmente como nobles con escasos o nulos bienes, pero exentos del pago de determinadas obligaciones tributarias (el impuesto llamado pecho, que pagaban en cambio los plebeyos o pecheros) y con derecho a portar armas ya que el rey podía pedirles en cualquier momento una prestación militar.
La hidalguía tiene sus orígenes en la Reconquista. Ya para el siglo X aparece el término “infanzón” como sinónimo de la palabra caballero y su análoga en el latín medieval, miles. Estos infanzones eran vasallos de los grandes magnates y prelados y administraban sus propiedades, y en general provenían de los ricohombres, aquellos que tenían suficientes bienes de fortuna para poder sustentar a uno o varios caros caballos. En los primeros siglos era posible conseguir el rango de infanzón simplemente con la habilidad de proveer y costear su propio servicio en la caballería. Es solo en el siglo XII cuando el rango de infanzón se cierra a los que no nacen en él. En los pueblos que se fundan en las tierras reconquistadas, los caballeros —y no los magnates, quienes solían quedarse en áreas más antiguas— llegaron a dominar la vida política, social y cultural. Los oficios municipales y la representación de las ciudades en las Cortes eran privilegios casi exclusivos de los caballeros. Es también en el siglo XII cuando se les empieza llamar “hidalgos”.[5]
En sus inicios, entonces, el título surgió como un reconocimiento. Pero a lo largo de los años, su uso se fue extendiendo en forma descontrolada, y los monarcas, a cambio de algún beneficio económico personal, nombraban hidalgos a cuantos les resultaba conveniente. Fue con la llegada de la Ilustración y los Borbones cuando comenzó una reforma en profundidad de la hacienda pública, una de las cuales fue la limitación de este tipo de nombramientos, ya que por entonces más de medio millón de personas gozaba de exenciones tributarias basadas en este título.
A diferencia de la España meridional, en el norte el número de nobles era elevado y sus diferencias con el pueblo llano, escasas, habiendo sido en sí reformada su sociedad desde un principio por motivos históricos y demográficos como auténticas milicias para la manutención de las huestes reales. En Asturias, los hidalgos llegaron a ser casi un 80 % de la población, y en el caso de Cantabria esta cifra fue aún mayor, alcanzando el 83 % en el siglo XVI y superando el 90 % en torno a 1740.[6] En el Señorío de Vizcaya y en Guipúzcoa existía también el llamado derecho de hidalguía universal, en virtud del cual todos los vizcaínos y todos los guipuzcoanos nacían hidalgos. Este privilegio no se aplicaba a Álava,[7] donde solo el 25% de la población era hidalga, ni a Navarra.[8]
Esta condición social llevaba aparejados ciertos deberes y privilegios. Era su obligación mantener caballo y armas, así como recibir periódicamente preparación militar, a fin de acudir a la guerra en el momento en el que el rey le llamase. Como contrapartida, entre otros privilegios, estaba exento de pago de ciertos tributos (el pecho, por ejemplo, por lo que se les contraponía a los pecheros) y se les daba el permiso exclusivo para poseer y criar palomares, como asimismo a los conventos. El contenido de los deberes y obligaciones de los hidalgos en España fue variando a lo largo de los siglos. Sus pleitos se dirimían ante el alcalde de los hijosdalgo que existía en cada uno de los ayuntamientos españoles donde se diese la división de estados (la mayoría) y en segunda instancia, en las Salas de los Hijosdalgo de las Reales Chancillerías de Valladolid y Granada, la Real Audiencia de Oviedo y otros tribunales. Con el paso del tiempo se fue transformando su régimen jurídico hasta la completa abolición de sus privilegios con el advenimiento del liberalismo en el primer tercio del siglo XIX. Esto, no obstante, no supuso la abolición de la nobleza.
En la Partida Segunda, la Ley XII[9] del Título XXI,[10] establece dos maneras de llegar a la nobleza:
Las modalidades eran cinco:[11]
La primera distinción que cabe hacer es la de hidalgo de sangre e hidalgo de privilegio.
El hidalgo de privilegio podía ser de dos maneras:
Otras clases de hidalguía hacían referencia a costumbres o fueros específicos otorgados generalmente por la realeza: Así, por nacer en determinados lugares: por ejemplo, la madre que paría sobre una determinada piedra del municipio aragonés de Caspe, adquiría para su hijo la categoría de infanzón, o todos los nacidos desde principios del siglo XIV en determinados señoríos vascos eran reconocidos como hidalgos según Fuero de Castilla por el privilegio de hidalguía universal.
Esos privilegios diferenciados también servían para clasificar a diferentes tipos de hidalgos: en Castilla, los hidalgos de devengar quinientos sueldos eran los que por fuero inmemorial tenían derecho a cobrar 500 sueldos como satisfacción de las injurias que se les hacían, en lo que parece ser una reminiscencia del antiguo derecho visigodo a recibir compensaciones económicas por no aplicar la Ley del Talión.
La hidalguía por servicios podía concederse o reconocerse a municipios enteros, es el caso de los vecinos de Zamarramala que enviaban gente al Alcázar de Segovia porque tenían perpetuamente a su cargo las guardas centinelas del castillo,[13] estas se efectuaban al modo militar romano, conservado en España,[14] - y como bocina valía por cuerno - de aquí les vino el nombre hidalgos por el cuerno. Por este servicio estaban sus vecinos exentos de pechar ya que el dicho privilegio los hacía y tenía hidalgos.[13]
En estas centinelas estaban los Soldados siempre armados, y se despertaban para relevarse, no solo al ruido y toque de la bocina, sino de ciertos gritos y voces que se daban mutuamente, que Lipsio con algún apoyo congetura que eran decirse vela o alerta, costumbre que hoy día estamos observando, pues (...)Historia de la milicia española - De los Romanos, Cap. V.
Por último, los hidalgos de gotera eran los hidalgos reconocidos como tales en un pueblo determinado, de modo que perdían los privilegios de su hidalguía si cambiaban de domicilio trasladándose a otro pueblo distinto. Estos también se denominaban «de canales adentro» - local -,[15] «de puertas adentro» o «de tejas para abajo».
Varios calificativos añadidos a la palabra de hidalgo fueron sistemáticamente rechazados por la Sala de los Hijosdalgo de la Chancillería de Valladolid. La recopilación dada por Felipe IV, en Madrid el 12 de febrero de 1623, trata de los privilegios y exenciones de los que casen antes de tener la edad de dieciocho años y de los que tengan seis hijos varones. Se trataba de una protección que se daba a las familias numerosas, pero no un cierto privilegio de hidalguía, popularmente eran llamados hidalgo de bragueta.[16]
En el Cantar de mío Cid se narra cómo Rodrigo Díaz de Vivar parte para el destierro con 300 "hijos dalgos". Miguel de Cervantes sitúa como protagonista de su obra inmortal Don Quijote de la Mancha al hidalgo Alonso Quijano.