Un jubileo, también llamado año jubilar o año santo, es una celebración que tiene lugar en distintas Iglesias cristianas históricas, particularmente la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, y que conmemora un año sabático con significados particulares. Tiene sus orígenes en el judaísmo, en tanto que en el cristianismo encuentra su primera expresión al inicio del ministerio público de Jesús de Nazaret, con el anuncio del cumplimiento del año de gracia del Señor, tal como lo expresaba el Libro de Isaías 61, 1-2.
Le entregaron (a Jesús) el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy».Evangelio de Lucas 4, 17-21.
El término «jubileo» tiene dos raíces, una hebrea y otra latina. La palabra hebrea que aparece en la Biblia es yobel, que hace referencia al cuerno del cordero utilizado como instrumento sonoro que servía para anunciar un año excepcional dedicado a Dios. Ese año se denominaba yobel, es decir, jubileo, pues se iniciaba con el sonido del yobel o cuerno. Pero existe también una palabra latina, iubilum (derivada del verbo iubilare), que refería los gritos de alegría de los pastores y que terminó por significar alegría, gozo o alabanza. Cuando san Jerónimo de Estridón tradujo la Biblia del hebreo al latín entre los años 391 y 406, tradujo el término hebreo yobel por el término latino iubilaeus, con lo que quedó incorporado el matiz de alegría al significado original que tenía la palabra en el antiguo Israel, como año excepcional de remisión.[1]
Se celebra cada cincuenta años. El término jubileo proviene del hebreo yobel o jobel, que alude al cuerno de macho cabrío que se utilizaba como instrumento sonoro, para anunciar al pueblo el año del jubileo. Se trataba, pues, de un año sabático en el cual se descansaba, se ponían los esclavos en libertad, se dejaban de trabajar las tierras y se restituían las posesiones que se habían comprado.
Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia.Levítico 25, 10
En el Libro del Levítico se ordena a los hebreos contar siete semanas de años, es decir, siete veces siete, que hace cuarenta y nueve años. Santificar el año cincuenta implicaba que cada cual debía volver a entrar en posesión de su caudal, en el marco de su familia.
Se desconoce a ciencia cierta si ese jubileo se celebraba en el año cuarenta y nueve o cincuenta, pero las compras que se hacían entre los judíos no eran para siempre sino hasta el año del jubileo y los agricultores descansaban ya que estaba prohibido cultivar o sembrar la tierra.
En el jubileo mosaico que se nos muestra en el Antiguo testamento, "nadie oprimirá a su prójimo", de forma que tras siete años sabáticos se reúnen varias disposiciones sociales:[1]
Los judíos observaron esta práctica con mucha exactitud en un comienzo, pero no la siguieron después como lo notan sus doctores en el Talmud, quienes aseguran que no hubo más jubileos en tiempo del segundo templo.
Sin embargo Maimónides, asegura en su compendio del Talmud que los judíos continuaron siempre con la celebración de sus jubileos, porque constituía un modo de contar que les era de utilidad para el arreglo de sus años y para la celebración de ciertas festividades.
Como se señaló antes, el jubileo cristiano tiene su origen en el jubileo hebreo. En la Iglesia católica, el Año jubilar o Año santo es un tiempo en que se concede gracias espirituales singulares (indulgencias) a los fieles que cumplen determinadas condiciones, a imitación del año jubilar de los israelitas mencionado en el Antiguo Testamento.
En la Iglesia católica, el jubileo es una celebración que de ordinario tiene lugar cada 25 años y en la que se concede la indulgencia plenaria. El jubileo católico puede ser ordinario o extraordinario. El Año Santo ordinario, o año jubilar, es el celebrado en los intervalos preestablecidos mientras que el extraordinario, o jubileo, es el proclamado como celebración de un hecho destacado.
Los jubileos ordinarios son aquellos que se celebran a intervalos regulares. El primer jubileo celebrado en el marco del cristianismo fue anunciado por Bonifacio VIII, al declarar el año 1300 como «Año Santo» y «Año de Perdón de los pecados»: la celebración del jubileo concedía la indulgencia plenaria a cuantos acudiesen a Roma para visitar los grandes santuarios de san Pedro y san Pablo, lo que motivó una movilización de fieles sin antecedentes por su número.[2] La tradición de celebración de jubileos ordinarios se acentuó en los siglos siguientes, y se celebraron jubileos cada cincuenta años primero, y cada veinticinco años después.
La ceremonia que se observa en Roma para abrir el Jubileo ordinario o Año Santo incluye un conjunto de ritos. El papa se dirige a la Basílica de San Pedro para abrir la llamada Puerta Santa, cerrada a cal y canto. Esta puerta solamente se abre para la ceremonia de apertura del jubileo y por este motivo. El sumo pontífice toma un martillo (el mismo que utilizó Pío XI en 1933) y da tres golpes diciendo una fórmula que se inicia con las palabras: Aperite mihi portas justitiae, ingressus in eas confitebor Domino («Abridme las puertas de la justicia; entrando por ellas confesaré al Señor»). El simbolismo -abatir la puerta con el esfuerzo- significa la dificultad del camino cristiano pero, al mismo tiempo, subraya que una vez traspuesto el ingreso se encuentra la grandeza extraordinaria del amor y misericordia de Dios.
Se derriba la mampostería que cierra la puerta y después el papa se arrodilla delante de la puerta, mientras los penitenciarios de San Pedro la lavan con agua bendita. Luego, tomando la cruz, se empieza el Te Deum y entra a la Basílica junto con el clero.
Posteriormente tres cardenales legados que ha enviado el papa a las otras tres Puertas santas las abren con la misma ceremonia. Estas tres puertas están en las Basílicas Papales de San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor. Todo esto se hace en vísperas de Navidad.
Al siguiente día por la mañana el papa imparte la bendición al pueblo en forma de Jubileo. Expirado el Año Santo se vuelve a cerrar la puerta en la víspera de Navidad y el papa bendice las piedras y la argamasa, pone la primera piedra y doce cajetillas de monedas o medallas de plata y oro, lo cual se ejecuta con la misma ceremonia en las otras tres Puertas Santas.
En tiempos pretéritos se veía durante el jubileo gran multitud de gente que iba a Roma desde todos los puntos de Europa, pero hoy solo lo hacen desde las provincias de Italia porque los papas conceden a todos los países católicos el permiso de poder ganar el jubileo sin necesidad de pasar por Roma.
Los jubileos extraordinarios son aquellos que no se celebran a intervalos regulares, sino que se realizan para conmemorar circunstancias especiales. No obstante tienen la consideración de jubileos ordinarios los que se celebran para conmemorar la redención, siendo conocidos como años santos de la redención.
Los «Años Santos de la Redención», que se celebran como forma de conmemorar especialmente el sacrificio redentor de Jesús de Nazaret, coincidiendo con un centenario del año 33, que tradicionalmente se ha considerado el año de la Redención.
Los antecedentes se encuentran en los años santos convocados en 1390 y 1423, aunque en aquel entonces no existía la diferencia entre jubileos ordinarios y extraordinarios.
El año santo de 1390 fue convocado por Urbano VI quien tras los dos primeros jubileos celebrados en 1300 y 1350, mediante la bula Salvator noster convocó este año santo, indicando que los siguientes se celebraría cada 33 años en recuerdo a la edad de Jesucristo al morir en la cruz.
En año santo de 1423. fue convocado por el papa Martín V cumpliendo el nuevo plazo de 33 años establecido en 1390.
En 1933 por el papa Pío XI, convocó un año santo ordinario, mediante al constitución apostólica Quod nuper, del 6 de enero de 1933, en el 19.º centenario de la Redención.
El último de ellos fue convocado y posteriormente celebrado por Juan Pablo II en 1983, al cumplirse el 1950° aniversario de la Redención, así lo anunciaba:
«Cada año litúrgico es en verdad celebración de los misterios de nuestra Redención; pero la conmemoración jubilar de la muerte salvífica de Cristo sugiere que tal celebración sea más intensamente participada. Ya en 1933 el Papa Pío XI de venerable memoria quiso recordar, con feliz intuición, el XIX Centenario de la Redención con un Año Extraordinario, sin entrar por otra parte en la cuestión de la fecha precisa en que fue crucificado el Señor. Dado que este año 1983 coincide con el 1950 aniversario de aquel gran acontecimiento, ha sido madurado dentro de mí la decisión, que ya manifesté al Colegio Cardenalicio el 26 de noviembre de 1982, de dedicar un año entero a recordar de modo especial la Redención, con el fin de que ésta penetre más a fondo en el pensamiento y en la acción de toda la Iglesia. Tal Jubileo comenzará el día 25 del próximo mes de marzo, Solemnidad de la Anunciación del Señor, que recuerda el instante providencial en que el Verbo eterno, haciéndose hombre por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, participó de nuestra carne "para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y liberar a aquellos que por temor de la muerte estaban toda la vida sujetos a servidumbre". Se concluirá el día 22 de abril de 1984, Domingo de Pascua, día de la plenitud de la alegría procurada por el Sacrificio redentor de Cristo, gracias al cual la Iglesia "renace y se alimenta continuamente de modo maravilloso" Sea pues éste un Año verdaderamente Santo, sea realmente un tiempo de gracia y de salvación, más intensamente santificado por la aceptación de las gracias de la Redención por parte de la humanidad de nuestro tiempo, mediante la renovación espiritual de todo el pueblo de Dios, que tiene como cabeza a Cristo "que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación".(...)»Juan Pablo II[3]
El papa Francisco anunció el viernes 13 de marzo de 2016 en la Basílica de San Pedro la celebración de un Jubileo de la Misericordia, un año santo extraordinario.
Ese jubileo comenzó con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro durante la Solemnidad de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre y concluyó el 20 de noviembre de 2016 con la Solemnidad de Cristo Rey. Así lo anunciaba el papa Francisco:[4]
Queridos hermanos y hermanas, he pensado a menudo en cómo la Iglesia puede poner más en evidencia su misión de ser testimonio de la misericordia. Es un camino que inicia con una conversión espiritual.
Por esto he decidido convocar un Jubileo extraordinario que coloque en el centro la Misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia, lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: 'Seamos misericordiosos como el Padre'. (...) Estoy convencido de que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría de redescubrir y hacer fecunda la Misericordia de Dios, con la cual todos somos llamados a dar consuelo a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo. Lo confiamos a partir de ahora a la Madre de la Misericordia para que dirija a nosotros su mirada y vele en nuestro camino”.[4]
El anuncio del papa Francisco se dio de forma inesperada durante la Jornada penitencial[5] 24 horas para el Señor de celebración mundial. Francisco abrirá el Año Santo sobre el tema: «Dios rico en misericordia» (Efesos 2,4).[6]
La bula por la que se convoca el año jubilar, la Misericordiae Vultus, fue publicada el 11 de abril de 2015. En esta se confirman las fechas y se añade que el siguiente domingo a la apertura del Año de la Misericordia se abrirá la Puerta Santa en la Catedral de Roma, siguiéndole a esta la apertura de las restantes Puertas Santas de Roma además de establecer que en cada Catedral durante este año se abra una Puerta similar de la Misericordia.[7]
El papa Benedicto XVI convocó dos jubileos especiales, el Año Paulino, con motivo del bimilenario del nacimiento de Pablo de Tarso, y el Año sacerdotal, con motivo del CL aniversario de la muerte de Juan María Vianney.
En febrero de 2019 el cardenal Luis Antonio Tagle , Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, propuso un Jubileo especial para derogar la deuda de los países pobres.[8]
La Iglesia ha celebrado jubileos ordinarios en los siguientes años:
En aquellos lugares en que los jubileos se han consolidado con la fuerza suficiente para poder repetirse periódicamente como un camino de renovación, la Santa Sede puede conceder la autorización para esa celebración con carácter regular, lo que se conoce como Jubileo in perpetuum. La Santa Sede ha concedido autorización a siete lugares para poder celebrar jubileos in perpetuum.[10] Esas ciudades son: Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela, el [Real Monasterio de Santa Maria de Guadalupe]] monasterio de Santo Toribio de Liébana,[11] Caravaca de la Cruz, Urda y Valencia.[12]
Como lugar de la resurrección de Cristo es centro de peregrinaje y su jubileo es perpetuo.
Es el lugar donde reside el papa, por lo que su jubileo también es perpetuo.
Se celebra desde el año 1126, papado de Calixto II, cuando el 25 de julio cae en domingo.
Fue aprobado por bula del papa Julio II en 1512, puesto que el monasterio de Santo Toribio de Liébana guarda el trozo más grande del Lignum Crucis que se conoce. El jubileo se celebra cuando el 16 de abril cae en domingo.
A seguir del Rescripto de la Penitenciaría Apostólica, Prot. 431/04/1, de 25 de enero de 2005, en nombre de Juan Pablo II: Concesión de Años Jubilares para Guadalupe, cada vez que la Solemnidad litúrgica de la Santísima Virgen de Guadalupe, Patrona principal de Extremadura (6 de septiembre) caiga en domingo.
El Jubileo del Santísimo Cristo de Urda se celebra desde 1994 cuando el 29 de septiembre cae en domingo. Fue instaurado por san Juan Pablo II.
El caso de Caravaca de la Cruz es de desarrollo reciente. En 1981 se celebró el I Año jubilar, como consecuencia de la celebración del 750 aniversario de la existencia de la tradición de la aparición de la Cruz en esa localidad. La Santa Sede hizo lugar a la solicitud del obispo de la Diócesis de Cartagena, lo que significó la afluencia masiva al Santuario para adorar la Vera Cruz o Cruz de Caravaca. La concesión del papa Juan Pablo II se efectuó por varios motivos: por la existencia tan antigua del culto a la Cruz y su presencia ininterrumpida en Caravaca, por tratarse de un leño de la Cruz (que no es un símbolo cualquiera), por los antecedentes de antiguas peregrinaciones y por la extensión de la devoción popular entre gran número de personas.[13] En 1996 tuvo lugar un II Año jubilar, que certificó un nuevo periodo de proyección de la devoción y conocimiento de la Cruz a niveles nacionales. La afluencia de miles de peregrinos de gran parte de provincias españolas y numerosos extranjeros fue constante durante todo el año y resultó prueba suficiente de que podría repetirse periódicamente. En 1998, el obispo de la Diócesis de Cartagena, Javier Azagra, solicitó a la Santa Sede la concesión de la celebración jubilar en Caravaca in perpetuum, es decir, de forma permanente. Ese mismo año, Juan Pablo II contestó afirmativamente la solicitud del obispo murciano. De esta forma, a partir de 2003 se celebró en Caravaca otro año jubilar que se irá repitiendo de forma ininterrumpida cada siete años.[13]
Fue aprobado en 2014 por el papa Francisco en honor al Santo Cáliz y se celebra cada 5 años.[12]
Fue aprobado en 2016 por el papa Francisco, en honor de Santa Teresa de Jesús. Se celebra cada año en que el 15 de octubre, solemnidad de Santa Teresa de Jesús, caiga en domingo. El primer Año Jubilar Teresiano ha comenzado el 15 de octubre de 2017 y concluirá el 15 de octubre de 2018. El 14 de octubre de 2017, se realizó la apertura de la Puerta Santa en el convento carmelita de La Santa (construido sobre la casa natal de Santa Teresa de Jesús) por parte del obispo de Ávila, D. Jesús García Burillo. Al día siguiente, 15 de octubre de 2017, tuvo lugar la solemne misa de apertura del año jubilar teresiano, celebrada en la plaza del Mercado Chico de Ávila ante más de 3.000 fieles. Cabe destacar que en la procesión que tuvo lugar después de la misa, participaron además de los cadetes de la academia de intendencia de Zaragoza, cuerpo del que Santa Teresa de Jesús es patrona, y que anualmente la acompañan; el regimiento de regulares de Melilla n.º 52, que participaron por primera vez.
En 2016 el obispo Mons. Alfonso Carrasco Rouco, presentó a la Santa Sede la documentación hallada en el archivo capitular y la petición de renovar la indulgencia plenaria que se concediera en 1860 en el papado de Pío XI. El 10 de octubre de este año la Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede dispone: "concede misericordiosamente en el Señor a los fieles cristianos verdaderamente arrepentidos Indulgencia plenaria y remisión de todos los pecados, que se puede ganar cualquier día en la Catedral Basílica de Lugo a condición de que, cumplidas debidamente las condiciones acostumbradas (Confesión sacramental, Comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) visiten piadosamente el Santísimo Sacramento expuesto públicamente con el fin de adorarlo durante un adecuado espacio de tiempo, concluyendo con la Oración Dominical y el Símbolo de la Fe"
En España, algunas de las ciudades que han celebrado un "Año Santo" o "Jubileo" alguna vez son:
Los Años Jubilares celebrados en diversas ciudades españolas por fechas y motivos, son:
(Jubileos concedidos de un día al año)
(Jubileos concedidos para 2012)
(Jubileos concedidos para 2013)
(Jubileos concedidos para 2014)
(Jubileos concedidos para 2015)
(Jubileos concedidos para 2016)
(Jubileos concedidos para 2017)
(Jubileos concedidos para 2018)