La literatura hebrea consta de escritos antiguos, medievales y modernos en lengua hebrea. Es una de las formas primarias de literatura judía , aunque ha habido casos de literatura escrita en hebreo por no judíos. [1] La literatura hebrea se produjo en muchas partes diferentes del mundo a lo largo de las épocas medieval y moderna, mientras que la literatura hebrea contemporánea es en gran medida literatura israelí . En 1966, Agnon ganó el Premio Nobel de Literatura por novelas y cuentos que emplean una combinación única de hebreo bíblico, talmúdico y moderno, lo que lo convirtió en el primer escritor hebreo en recibir este premio.
La más impresionante obra literaria hebreojudaica es el Tanaj (תַּנַ"ךְ). Son textos sagrados para la religión judía y para la religión cristiana al ser una parte integrada de la Biblia denominada Antiguo testamento. Consta de tres partes: La Ley, Los Profetas y los Escritos.[3]
Del hebreo (תּוֹרָה, transl. Torah) es el texto que contiene la ley y el patrimonio identitario del pueblo israelita.[4] También denominado Pentateuco (del griego πέντε [pénde],‘cinco’, y τεύχος [téfhos], ‘pergaminos’), Ley Mosaica o de Moisés, formado por los cinco primeros libros de la Biblia.[5] Estos libros son:
Los Neviim (del hebreo נְבִיאִים, «Profetas»). Se originó en 1876 Se dividen entre dos períodos históricos divididos por el tiempo del cautiverio en Babilonia y entre dos clases de profetas, en función de sus escritos: mayores y menores. El sentido profético va más allá del vaticinio, es una invitación a la búsqueda de la luz de la esperanza mesiánica a través de la observancia de la ley de Dios. Destaca el profeta Isaías por ser su obra desde el punto de vista literario, notable y destacada con un estilo especialmente refinado.
Los Ketuvim (del hebreo כְּתוּבִים, «Escritos») que se subdivide en tres partes: Los libros poéticos, los cinco rollos de las festividades y los libros históricos. Los tres libros poéticos o de la Verdad (del hebreo סִפְרֵי אֱמֶ"ת, Sifrei Emet)
Los cinco rollos de las festividades:
Los libros históricos:
Narran los sucesos detalladamente donde Israel es el protagonista. La historiografía hebrea tiene carácter providencialista. Fueron estructurados en varias etapas durante:
Es la literatura realizada entre la finalización de la redacción del Antiguo Testamento y la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C. La literatura es inspirada por la Biblia y tiene carácter religioso. Los textos apócrifos que atribuidos a patriarcas y profetas aspiraron a ser literatura revelada al igual que el resto de los libros bíblicos surgieron en esta época:
Actividad literaria en torno a comentarios sobre el Antiguo Testamento denominado en arameo como Targum.
La Mishná (Repetición) es una recopilación sistemática de los preceptos hebreos sobre religión, derecho, agricultura, etc. La Mishná se comenta en tierras palestinas y babilonias, dando origen a una colección seriada de escritos que componen el Talmud, que es denominado: Palestiniense o Babilónico según su origen.[8]
Los Midrashim son compilaciones misceláneas sobre leyendas y folclore, que avanza hasta la Edad Media.
Libros litúrgicos, místicos y filosóficos completan la prosa hebrea hasta su extensión por Europa.
La poesía es de inspiración bíblica y casi exclusivamente religiosa utilizados como himnos para el culto.
La dispersión del pueblo judío tras la caída de Jerusalén hizo propagar para Occidente junto con el islamismo, todo ese bagaje cultural, formándose comunidades israelitas desde donde se manifestaba la literatura tanto en el Norte de África como en Italia y en España.[9]
En España, la literatura hebrea alcanza un esplendor inigualable debido a que:
La literatura hebraico-española se inicia bajo el mecenazgo de Ibn Saprut por:
En las aljamas de Cataluña se produjo una convergencia estilística entre la poesía árabe y la provenzal. En la corte del Rey Alfonso X de Castilla destacan los poetas: Todros ibn Yehudá Abul-Afia (1247-1305) cuyo cancionero El jardín de los proverbios y los enigmas, además de destacar por sus poesías ocasionales, da a conocer el ambiente y el anecdotario de la corte. La literatura hebraico-española entra en declive a raíz de la invasión almohade de 1146, produciendo la huida a las tierras cristianas de la Península. La convivencia en tierras cristianas fue complicada y la cultura hebrea prácticamente en la clandestinidad finalmente acabó de golpe tras la expulsión de España de los no conversos, por parte de los Reyes Católicos en 1492.
Los últimos ecos de la poesía hebraico-española llora la decadencia de las aljamas de la península.
Hubo una numerosa producción de la prosa en las diversas ramas del saber. La filosofía hebrea queda completamente influenciada por el neoplatonismo y por la influencia del pensamiento árabe místico sufí.
Las obras de ilustres pensadores judíos fue escrita en principio, en árabe y luego traducida al hebreo como por ejemplo hicieron:
El neoplatonismo dio paso al aristotelismo cuyo máximo representante fue Maimónides (Córdoba 1135-1204) autor de la Guía de los vacilantes o de los descarriados, más conocida como Guía de perplejos que tanto influenció a la escolástica, suscitando una gran polémica entre tradicionalistas y aristotélicos.
Durante el siglo XV en la comunidad hebrea de Barcelona surgió una corriente de pensamiento antiaristotélica, destacando:
El trabajo en gramática hebrea realizado por Ibn Channaj y Abraham ben Meir ibn Ezra fue de suma importancia.
Escasean la prosa historicista, destacando el Libro de la tradición de Abraham Ibn Ezra, sobre herejías internas del judaísmo así como las persecuciones y la expulsión desde España.
En la novela corta de intención moral (apólogo), la prosa judía raya a gran altura y actúa como intermediaria entre obras de origen árabe e indio.
En el Talmud abundan apólogos enriquecidos con elementos sánscritos y árabes.
En prosa rimada se unen con un fino hilo argumental una serie de apólogos con las breves narraciones anecdóticas e ingeniosas de la literatura árabe denominadas maqamas; de aquí surge la novelística hebrea.
Las manifestaciones literarias de las comunidades judías del resto de Europa no presentan ni la cohesión ni el volumen equivalentes a la literatura hebraico-española, que tras la expulsión, produjo una profunda mengua en el cultivo literario del hebreo.
Italia es el país que tras España aporta mayor producción literaria en lengua hebrea, en las regiones meridionales:
En Roma apareció una escuela poética de carácter religioso donde predomina el sentimiento sobre el arte.
Entre los siglos XIII y XIV fueron influenciados por la literatura judía de España, suponiendo una revigorización artística que influyó a la producción artística en italiano.
Immanuel ibn Selomó (Roma siglo XIII-XIV) continuador de la poesía hebraico-española se convirtió en el más importante poeta hebraico-italiano, con un corte clásico y especial elegancia, recoge sus hallazgos poéticos, el stil nuovo italiano que inspirados a través de la Comedia de Dante, recogió en su lírica.
En 1279 aparece una traducción al hebreo de la novela de caballería del ciclo del rey Artús.
A partir del siglo XV, Italia acoge a judíos expulsados de España, los cuales, en contacto con el renacimiento dan una mayor expansión a la literatura hebrea destacando Mosé ibn Ishaq de Rieti, seguidor de Dante. Los portugueses Mosé ibn Sem-Tov y Yehudá Abrabanet (León hebreo) (c. 1460-1530) destacando tanto en poesía como en obra filosófica: Diálogos de amor (en italiano) de gran influjo en el pensamiento y literatura de la época.[12]
En la Edad Media, muchos judíos escribieron en latín o en lenguas romances junto con el hebreo, aunque en España, en su mayoría usaron el idioma hebreo y en menor media, el árabe.
En los siglos XVI y XVII continúa la creación literaria en Italia, aunque abundan más las traducciones de obras extranjeras que la producción propia.
Se introduce el género teatral en la literatura hebraica italiana, iniciándose con una adaptación de la Celestina de Fernando de Rojas, que llevó a cabo el escritor judeo-romano Yosef ibn Semuel Sarfatí (m. 1527).
En los siglos XVII-XVIII los judíos italianos componen dramas bíblios y alegóricos.
A imitación de los autos sacramentales españoles, Josef Penço de la Vega escribió en Ámsterdam Los prisioneros de la esperanza en 1667.
Los judíos alemanes se limitaron casi exclusivamente al estudio del Talmud.
En el siglo XIX comenzaron a escribir en alemán al declinar este movimiento que se mantuvo en Polonia y Rusia.
Los judíos del norte de Europa inician un amplio movimiento que aspira a coordinar y enlazar culturalmente los distintos núcleos hebreos del mundo para regresar el núcleo duro de su cultura, ya que la influencia de los nuevos movimientos literarios europeos es muy superior.
En estos autores se advierte actitudes opuestas al rabinismo talmúdico. Una reacción opuesta fue encabezada por Seví Hirsch Kalischer (1795-1874) de la Croacia dálmata en su obra En busca de Sion.[13]
A principios del siglo XX el tema de mayor expresión es la conciencia nacional israelita, destacando Chajim Nachman Bialik (n. 1873) como poeta representativo.
A partir de 1948 con el nacimiento del estado de Israel, la lengua adquiere carácter oficial y recibe un impulso vigoroso gracias a la existencia de un mundo académico y cultural amparado por el estado.