En la mitología griega, Prometeo (en griego antiguo Προμηθεύς, ‘previsión’, ‘prospección’)[1] es el titán amigo de los mortales, conocido principalmente por desafiar a los dioses robándoles el fuego a ellos en el tallo de una cañaheja, darlo a los hombres para su uso y posteriormente ser castigado por Zeus. Por este motivo, como introductor del fuego e inventor del sacrificio, Prometeo es considerado como el titán protector de la civilización humana.
«Según la tradición transmitida por algunos mitógrafos, [Prometeo] robó el fuego a los dioses y lo entregó a los hombres; pero lo que pasó en realidad es que fue el descubridor de los utensilios con los que se enciende el fuego».[2]
De acuerdo con la genealogía más aceptada, Prometeo era hijo de Jápeto y de una oceánide, ora Clímene ora Asia. Era hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio, a los que superaba en astucia y engaños.[3] No tenía miedo a ninguno de los dioses, y ridiculizó a Zeus y a su poca perspicacia.[4] Sin embargo, Esquilo afirmaba en su Prometeo encadenado que la madre de Prometeo era Temis o Gea (sin especificar el consorte).[5] Según una versión minoritaria, el gigante Eurimedonte violó a Hera cuando esta era una adolescente y engendró a Prometeo, lo que causó la furia de Zeus.[6]
Prometeo se desposó con una de las oceánides, conocida como Pronea, Hesíone, Clímene,[7] Axiotea[8][9]o Asia.[10] Sea como fuere su hijo fue Deucalión.[7] Un escolio nos dice que Deucalión era hijo de Prometeo y Pandora, y que de Pirra y Prometeo nació Helén, que dio su nombre a los helenos.[11] Otros alegan confusamente que Pirra era hija de Prometeo.[12] Para Píndaro la propia Modestia (Aidos) es hija conveniente de Prometeo, en tanto que la Excusa (Profasis) lo es de Epimeteo.[13] También se dice que Tebe fue hija de Prometeo.[14] Otros más dicen que por Celeno Prometeo engendró a Lico y Quimereo.[15]
Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad. Urdió un primer engaño contra Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey, que dividió a continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las vísceras, que ocultó en el vientre del buey, y en la otra puso los huesos pero los cubrió de apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando vio que en realidad había escogido los huesos. Desde entonces los hombres queman en los sacrificios los huesos para ofrecerlos a los dioses, y comen la carne.
Indignado por este engaño, Zeus prohibió a los hombres el fuego. Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y lo cogió del carro de Helios o de la forja de Hefesto, y lo consiguió devolver a los hombres en el tallo de una cañaheja, que arde lentamente y resulta muy apropiado para este fin. De esta forma la humanidad pudo calentarse y utilizarlo para llevar a cabo sacrificios de animales.
En otras versiones (notablemente, el Protágoras de Platón), Prometeo robaba las artes de Hefesto y Atenea, se llevaba también el fuego porque sin él no servían para nada, y proporcionaba de esta forma al hombre los medios con los que ganarse la vida.[16]
Para vengarse por esta segunda ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que hiciese una mujer de arcilla llamada Pandora. Zeus le infundió vida y la envió por medio de Hermes al hermano de Prometeo, Epimeteo, en cuya casa se encontraba la jarra que contenía todas las desgracias (plagas, dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus quería castigar a la humanidad. Epimeteo se casó con ella para aplacar la ira de Zeus por haberla rechazado una primera vez (a causa de las advertencias de su hermano de no aceptar ningún regalo de los dioses; en castigo Prometeo sería encadenado). Pandora terminaría abriendo el ánfora, tal y como Zeus había previsto.
Tras vengarse así de la humanidad, Zeus se vengó también de Prometeo e hizo que lo llevaran al Cáucaso,[17] donde fue encadenado por Hefesto con la ayuda de Bía y Cratos. Zeus envió un águila (hija de los monstruos Tifón y Equidna) para que se comiera el hígado de Prometeo. Siendo este inmortal, su hígado volvía a crecer cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día. Este castigo había de durar para siempre, pero Heracles pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo de camino al jardín de las Hespérides y lo liberó disparando una flecha al águila y rompiendo las cadenas que lo sujetaban. Esta vez no le importó a Zeus que Prometeo evitase de nuevo su castigo, ya que este acto de liberación y misericordia ayudaba a la glorificación del mito de Heracles, quien era hijo de Zeus. Prometeo fue así liberado, aunque debía llevar con él un anillo unido a un trozo de la roca a la que fue encadenado.
Agradecido, Prometeo reveló a Heracles el modo de obtener las manzanas doradas de las Hespérides.
Sin embargo, en otra versión Prometeo fue liberado por Hefesto tras revelar a Zeus el destino de que si tenía un hijo con la nereida Tetis, este hijo llegaría a ser más poderoso que su padre, quien quiera que este fuera. Por ello Zeus evitó tener a Tetis como consorte y el hijo que tuvo esta con Peleo fue Aquiles quien, tal y como decía la profecía, llegó a ser más poderoso que su padre.
La Biblioteca mitológica recoge una versión según la cual Prometeo fue el creador de los hombres, modelándolos con barro.[17] Prometeo se ofreció ante Zeus para cambiar su mortalidad por la inmortalidad de Quirón cuando este fue herido accidentalmente por Heracles, lo que le produjo una herida incurable.[18]
Juan Malalas dice que Prometeo descubrió la filosofía gramatical; de él se dice que formó a la humanidad, porque en la medida en que eran ignorantes, les hizo conocer los acontecimientos de tiempos pasados a través de la filosofía.[19]
Otra versión da la siguiente razón para la liberación de Prometeo. Cuando Zeus, conmovido por la belleza de Tetis, la buscó en matrimonio, no pudo obtener el consentimiento de la tímida doncella, pero aun así siguió planeando llevarlo a cabo. En aquella se decía que las Moiras habían profetizado cuál sería el orden natural de los acontecimientos. Dijeron que el hijo del marido de Tetis, quienquiera que fuese, sería más famoso que su padre. Prometeo oyó esto mientras vigilaba, no por inclinación sino por necesidad, y se lo comunicó a Zeus. Este, temiendo que le sucediera lo que a su padre Crono, renunció por necesidad a su deseo de desposar a Tetis, y por gratitud a Prometeo le dio las gracias y lo liberó de sus cadenas. Pero no fue tan lejos como para liberarlo de toda atadura, sino que para conmemorarlo le ordenó que se atara el dedo con dos cosas, a saber: con piedra y con hierro. Siguiendo esta práctica los hombres tienen anillos de piedra y hierro, para que parezca que apaciguan a Prometeo. Algunos también han dicho que llevaba una corona, como para afirmar que como vencedor habría pecado sin castigo. Y así los hombres comenzaron la práctica de llevar coronas en momentos de gran regocijo y victoria. Se puede observar en deportes y banquetes. Heracles, cuando fue enviado por Euristeo a por las manzanas de las Hespérides, por ignorancia del camino llegó a Prometeo, que estaba atado en el monte Cáucaso. Cuando venció, volvió a Prometeo para decirle que había derrota a Ladón y también quería agradecerle su amabilidad por haberle indicado el camino. En seguida dio el honor que pudo al que lo merecía, pues mató al águila, y desde que la mataron, los hombres empezaron, cuando se sacrificaban víctimas, a ofrecer hígados en los altares de los dioses para satisfacerlos en lugar del hígado de Prometeo.[20]
En la mitografía, a Prometeo se le ha relacionado con Loki de la mitología nórdica, quien análogamente es un gigante más que un dios, está asociado con el fuego y es castigado a ser encadenado a una roca y atormentado por un águila.
En Atenas, se había dedicado un altar a Prometeo en la Academia de Platón.[21] Desde allí partía una carrera de antorchas celebrada en su honor por la ciudad, en la que ganaba el primero que alcanzaba la meta con la antorcha encendida.
El mito de Prometeo ha tenido tres interpretaciones profundas a lo largo de la historia de la cultura occidental:
También ha inspirado a artistas, escritores y músicos a lo largo de la historia para referirse a la osadía de los hombres de hacer o poseer las cosas divinas; los románticos vieron en él un prototipo del demon o genio natural. Algunas de las obras de dichos autores son: