La Real Academia Española (RAE)[2] es una institución cultural española con sede en Madrid, España. Esta y otras veintitrés academias de la Lengua correspondientes a cada uno de los países donde se habla el español conforman la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE).
Se dedica a la regularización lingüística mediante la promulgación de normativas dirigidas a fomentar la unidad idiomática dentro de los diversos territorios que componen el mundo hispanohablante y garantizar una norma común, en concordancia con sus estatutos fundacionales: «velar porque los cambios que experimente [...] no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico».[3]
Las directrices lingüísticas que propone se recogen en diversas obras. Las prioritarias son el Diccionario de la lengua española, abreviado DLE (art. 2.º de sus estatutos), editado periódicamente veintitrés veces desde 1780 hasta hoy; y la gramática (4.º), editada entre 2009 y 2011.[5]Desempeña sus funciones en la sede principal, inaugurada en 1894, en la calle Felipe IV, 4, en el barrio de Los Jerónimos, y en el Centro de Estudios de la Real Academia Española y de la ASALE, en la calle Serrano 187-189, en 2007.[6]
En 1711 España, a diferencia de Francia, Italia y Portugal, no tenía un gran diccionario que contase con un repertorio lexicográfico comprehensivo y elaborado de forma colegiada.[7] El núcleo inicial de la futura Academia lo formaron ese mismo año los ocho novatores que se reunían en la biblioteca del palacio madrileño de Juan Manuel Fernández Pacheco, situado en la plaza de las Descalzas Reales en Madrid.[8]
La Real Academia Española fue fundada en 1713 por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco, VIII marqués de Villena y duque de Escalona, con el propósito de «fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza».[4] El objetivo era fijar el idioma en el estado de plenitud que había alcanzado durante el siglo XVI y que se había consolidado en el XVII. Se tomaron como modelo para su creación la Accademia della Crusca italiana (1582) y la Academia Francesa (1635). La primera sesión oficial de la nueva corporación se celebró en la propia casa del marqués de Villena el 6 de julio de 1713,[9] acontecimiento que se registra en el libro de actas, iniciado el 3 de agosto de 1713. Su creación, con veinticuatro sillas,[nota 2] fue aprobada el 3 de octubre de 1714 por Real Cédula de Felipe V, quien la acogió bajo su «amparo y Real Protección». Esto significaba que los académicos gozaban de las preeminencias y exenciones concedidas a la servidumbre de la Casa Real.[4] Tuvo su primera sede en el número 26 de la calle de Valverde, de donde se trasladó a la de Alarcón esquina a Felipe IV, su sede definitiva.[10]
En la conciencia, según la visión de la época, de que la lengua española había llegado a un momento de suma perfección, el propósito de la Real Academia fue «fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza». Se representó tal finalidad con un emblema formado por un crisol puesto al fuego, con la leyenda: «Limpia, fija y da esplendor». Nació, por tanto, la institución como un centro de trabajo eficaz, según decían los fundadores, «al servicio del honor de la nación».
Esta vocación de utilidad colectiva se convirtió en la principal seña de identidad de la Academia Española, diferenciándose de otras academias que habían proliferado en los siglos de oro y que estaban concebidas como meras tertulias literarias de carácter ocasional.
En 1723 se le concedieron al marqués 60 000 reales anuales para sus publicaciones. Fernando VI le permitió publicar sus obras y las de sus miembros sin censura previa.
En 1784 María Isidra de Guzmán y de la Cerda, primera mujer doctora por la Universidad de Alcalá, fue admitida como académica honoraria y, aunque pronunció su discurso de agradecimiento, no volvió a comparecer más. Se cuenta entre las primeras mujeres académicas del mundo.[12] No volvió a haber otra académica mujer hasta la elección de Carmen Conde como académica de número en 1978.
En 1842 solicitaron un crédito de ochenta mil reales por dos años para financiar el nuevo diccionario a José Nicasio Gallego, que era el secretario de la propia Real Corporación. Mediante dicho préstamo la Academia hipotecó todos sus bienes. En 1847 se pudo saldar la hipoteca.[13]
En 1848 la Academia reformó su organización por medio de unos nuevos estatutos, aprobados por Real Decreto. Sucesivos reales decretos (1859, 1977, 1993) aprobaron nuevas reformas.
Tras la independencia de los países americanos, la Real Academia Española promovió el nacimiento de academias correspondientes en cada una de las jóvenes repúblicas hispanoamericanas. Esta decisión estuvo motivada por la idea central del movimiento llamado panhispanismo o hispanoamericanismo, según la cual los ciudadanos de todas las naciones de matriz española tienen por patria común una misma lengua, el español, y comparten el patrimonio de una misma literatura.[14] A pesar de que hubo precedentes de academias nacionales creadas con independencia de la española, como la Academia de la Lengua de México (1835),[15] que se disolvió para dar paso a la correspondiente Academia Mexicana de la Lengua (1875), y de que alguna de las academias americanas, como la Academia Argentina de Letras (1931), no tuvo vinculación estatutaria con la RAE hasta fundarse la ASALE, desde 1870 se establecieron en América diversas academias hispanoamericanas subordinadas estatutariamente a la RAE, a las que se llamó correspondientes por mantener con la academia matriz una relación por correspondencia postal. A ellas se añadieron la Academia Argentina de Letras, la Academia Filipina de la Lengua Española, la Academia Norteamericana de la Lengua Española y la Academia Ecuatoguineana de la Lengua Española. Estas veintidós academias, que tienen igual rango y condiciones que la RAE, constituyen con ella la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), fundada en 1951 en el marco del I Congreso de Academias celebrado en México.
La ASALE es el órgano de colaboración de todas ellas en la promoción de una política lingüística panhispánica.[16][17] Esta política, plasmada en numerosos proyectos de trabajo conjunto, fue galardonada en el año 2000 con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, concedido a la Real Academia Española, junto con la Asociación de Academias de la Lengua Española.
El 20 de octubre de 1993 se constituyó la Fundación pro Real Academia Española, entidad que tiene como finalidad atraer recursos económicos para la financiación de las actividades e iniciativas de la Academia.[18] Está regida por un patronato, cuya presidencia de honor corresponde al rey de España, la presidencia al gobernador del Banco de España y la vicepresidencia al director de la Real Academia Española. Las vocalías corresponden a otros académicos, presidentes de las comunidades autónomas y de empresas privadas, como socios fundadores.
En los últimos estatutos aprobados en 1993, se consideró necesario supeditar el antiguo lema fundacional —«Limpia, fija y da esplendor»— al objetivo superior de trabajar al servicio de la unidad idiomática.[19] El artículo primero establece, en tal sentido, que la Academia «tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico». De esa forma quedaba sancionado un compromiso que la Academia había asumido ya desde el siglo XIX.
La Fundación está abierta a la participación de particulares mediante la correspondiente cuota económica, miembros benefactores, y entre las actividades subvencionadas se encuentran la realización del banco de datos, el Diccionario del estudiante, el Diccionario panhispánico de dudas, la Gramática normativa y otras obras en proyecto o desarrollo como el CORPES (Corpus del Español del Siglo XXI) o el Diccionario histórico.
El artículo primero de los estatutos de la RAE dice:
[...] tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor. Para alcanzar dichos fines, estudiará e impulsará los estudios sobre la historia y sobre el presente del español, divulgará los escritos literarios, especialmente clásicos, y no literarios, que juzgue importantes para el conocimiento de tales cuestiones, y procurará mantener vivo el recuerdo de quienes, en España o en América, han cultivado con gloria nuestra lengua. Como miembro de la Asociación de Academias de la Lengua Española, mantendrá especial relación con las Academias Correspondientes y Asociadas.
Los 46 miembros de número de la Real Academia Española son elegidos por cooptación por el resto de los académicos. Las plazas de académico de número se denominan «sillas», que tradicionalmente se han distribuido de acuerdo a letras del alfabeto latino de uso para el castellano, tanto mayúsculas como minúsculas (excepción hecha de las plazas de las secciones especiales o regionales). De acuerdo a una norma de respeto, la provisión de la plaza para un nuevo académico se inicia a partir del sexto mes desde el fallecimiento del anterior ocupante de la silla correspondiente.
Como dato significativo, el único de los cuatro Premios Nobel de Literatura español que no ingresó como académico en la RAE fue Juan Ramón Jiménez (galardonado en octubre de 1956 y fallecido un año y medio después, el 29 de mayo de 1958).
En 1853 Gertrudis Gómez de Avellaneda solicitó su ingreso, lo que planteó un largo debate tras el cual se tomó el acuerdo de no aceptar mujeres como académicas de número, resolución que la Academia utilizó hasta principios del siglo XX y que le valdría la consideración de antifeminista.[23][24] En 1912 la petición de Emilia Pardo Bazán fue rechazada, a pesar de los apoyos de diferentes instituciones, en virtud del acuerdo de 1853.[25]
La candidatura de Concha Espina fue igualmente rechazada en dos ocasiones (1928 y 1930),[26] si bien en 1928 la Academia admite la de Blanca de los Ríos, candidatura que llegó a someterse a votación aunque no resultó elegida.[27] También fue aceptada y sometida a votación la candidatura de María Moliner en 1972, aunque en esta ocasión la votación fue ganada por amplia mayoría por el lingüista Emilio Alarcos Llorach.[28]
Una Junta de Gobierno rige la Academia y supervisa todos los asuntos relativos a su buena operación, tanto en lo relacionado con su funcionamiento interno como con sus relaciones con los organismos del estado, y las demás Academias. Esta junta la preside el director de la Academia y está constituida por el vicedirector, el secretario, el censor, el bibliotecario, el tesorero, el vicesecretario y dos vocales adjuntos. Todos estos cargos son electivos y, a excepción de los vocales, que se eligen cada dos años, pueden ejercerse durante cuatro años, prorrogables solo una vez.
La Academia funciona en Pleno y en Comisiones que se reúnen semanalmente. Las Comisiones tienen la misión de elaborar las propuestas que posteriormente examinará el Pleno para decidir sobre su aprobación. En la actualidad existen las siguientes comisiones: Delegada del Pleno y para el Diccionario, Instituto de Lexicografía, Diccionario Histórico de la Lengua Española, Publicaciones y Boletín, Armonización de las Obras Académicas, Armonización de Terminología Lingüística, Comisión Conservadora de la Casa Museo Lope de Vega, Comisión para el III Centenario de la RAE, Ciencias Sociales, Vocabulario Científico y Técnico, Ciencias Humanas, Cultura I y Cultura II.
El Pleno, formado por todos los académicos, se reúne durante el curso académico los jueves por la tarde. Una vez aprobada las actas de la sesión anterior y de debatir cualquier tema general, los asistentes presentan enmiendas y adiciones al Diccionario. Acto seguido se examinan las propuestas formuladas por las diversas Comisiones. Las resoluciones, en el caso de que se produzca disparidad de criterio, se adoptan mediante votación.
Al servicio de los trabajos que la Academia desarrolla en Pleno o en Comisiones, funciona el Instituto de Lexicografía, integrado por filólogos y lexicógrafos que realizan las tareas de apoyo para la elaboración de los diccionarios académicos.
El 16 de abril de 2020 la Academia celebró el primer pleno virtual de su historia ante la prolongación de las medidas de confinamiento con motivo del estado de alarma provocado por el coronavirus.[33]
Desde su creación la RAE ha tenido treinta directores. También hubo algunos casos de directores temporales, como Vicente García de Diego, director accidental (1965-1968), y Rafael Lapesa, director interino (1988).[34]
Diccionario de la lengua española (DLE)[35] (1.ª edición: 1780, 23.ª edición: 2014); un volumen de 2376 páginas (cuenta con 93 111 entradas y 195 439 acepciones —de estas, 18 712 son americanismos—).[36] Hasta la cuarta edición (1803) llevó el título de Diccionario de la lengua castellano, a partir de la quinta (1817) y hasta la decimocuarta (1914), fue Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española. En la decimoquinta edición (1925) se cambió la denominación lengua castellana por lengua española,[37][38] título que se mantiene hasta la edición más reciente. La edición de 1914 y las anteriores se encuentran en dominio público. La última edición con todas sus actualizaciones se puede consultar de forma íntegra en internet en la web https://dle.rae.es/?w=diccionario.
Diccionario esencial de la lengua española (2006): un volumen de 1660 páginas que cuenta con 55 000 acepciones. Es una obra resumida que hizo de puente entre la 22.ª y la 23.ª edición.
Diccionario panhispánico de dudas (DPD) (2005): un volumen de 834 páginas. Obra que tiene el propósito de resolver las dudas relacionadas con el uso del idioma español en toda la comunidad hispanohablante. Está disponible en línea en el sitio de la RAE.
Diccionario de americanismos (DA) (2010): un volumen de 2400 páginas (cuenta con 70 000 entradas y 120 000 acepciones). Es un repositorio léxico específicamente destinado a recoger palabras propias del español hablado en América.
Diccionario del estudiante (1.ª edición: 2005, 2.ª edición: 2011): un volumen de 1544 páginas (cuenta con 40 000 entradas). Obra dirigida a alumnos de secundaria y bachillerato. Sustituye al Diccionario escolar de la RAE (1996).
Diccionario práctico del estudiante (1.ª edición: 2007, 2.ª edición: 2012): un volumen de 852 páginas (cuenta con 30 000 entradas). Adaptación para Hispanoamérica del Diccionario del estudiante. Obra a la venta solo en el continente americano.
Nueva gramática de la lengua española (1.ª edición: 1771, última edición: 2009-2011). Esta última es la primera gramática panhispánica y reemplaza a la anterior Gramática de la lengua española (1931) y al Esbozo de una Nueva gramática de la lengua española (1973). La primera edición de esta obra se encuentra en el dominio público.
Publicado en tres versiones diferentes según la extensión:
Nueva gramática. Edición completa (2009 y 2011): 3 volúmenes que suman 4808 páginas. Tomos 1 y 2: Morfología y Sintaxis (en 2009); Tomo 3: Fonética y Fonología, junto con el DVD Las voces del español (en 2011).
Manual de la Nueva gramática (2010): un volumen de 750 páginas.
Nueva gramática básica (2011): en formato bolsillo de 326 páginas.
La RAE también publicó otras dos gramáticas no institucionales:
Ortografía de la lengua española (1.ª edición: 1741, última edición: 2010).[40] Desde 1999, es una obra ortográfica panhispánica y reemplaza a las Nuevas normas de prosodia y ortografía de 1959 y a la anterior edición académica de 1999. La primera edición de esta obra se encuentra en el dominio público.
Publicado en tres versiones diferentes según la extensión:
Ortografía. Edición completa (2010): un volumen de 864 páginas.
Ortografía básica (2012): en formato bolsillo de 252 páginas.
Ortografía escolar (2013): en formato cartilla de 64 páginas.
El buen uso del español (2013):[41] un volumen de 560 páginas. Es una obra de norma lingüística destinado a resolver dudas e incertidumbres gramaticales y ortográficas.
Diccionario de autoridades (título original: Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o motivos de hablar, los proverbios o refranes y otras cosas convenientes del uso de la lengua, 6 vols., 1726-1739). Hay una edición facsímil de 2013, en conmemoración del tercer centenario de la institución.[nota 3] La primera edición de esta obra se encuentra en el dominio público.
Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (NTLLE) (2 DVD, 2001), base de datos digital de 50 diccionarios de la lengua española desde el de Antonio de Nebrija (1495) hasta el Diccionario académico de 1992, y que incluye todos los publicados por la RAE hasta entonces. Es la primera publicación académica en DVD publicada en el mundo. Su versión es accesible desde la web de la RAE: NTLLEArchivado el 19 de septiembre de 2014 en Wayback Machine..
No debe confundirse con la obra Nuevo tesoro lexicográfico del español (s. XIV-1726) [11 vols., 2007], de Lidio Nieto Jiménez y Manuel Alvar Ezquerra, que refleja la historia de las palabras a través de todos los diccionarios, glosarios y repertorios desde el siglo XIV hasta 1726, fecha en que se publicó el Diccionario de autoridades de la RAE.
Léxico hispánico primitivo. Siglos VIII-XII (primer volumen: 1976, incompleto). Glosario del primitivo léxico iberorrománico. Realizado por Ramón Menéndez Pidal y Rafael Lapesa.
Diccionario manual e ilustrado de la lengua española (1.ª edición: 1927, 4.ª edición: 1989).
Boletín de la Real Academia Española (desde 1914).
Nuevo diccionario histórico del español (NDHE). En fase de desarrollo. Sustituirá al Diccionario histórico de la lengua española (primer volumen de 1933-1936, incompleto) y al Diccionario histórico (redactado entre 1960 y 1996). Utilizará como base el Nuevo tesoro lexicográfico del español (s. XIV-1726) y el Diccionario de autoridades. Presentará de modo organizado la evolución del léxico español a lo largo del tiempo.
La Biblioteca Clásica de la Real Academia Española presenta, en 111 volúmenes, las obras fundamentales de la literatura española e hispanoamericana hasta finales del siglo XIX en ediciones críticas, anotadas y prologadas. La primera obra publicada en esta colección, iniciada en 2011, fue el Cantar de mio Cid, y cada año se publican nuevos títulos. Véase el listado completo de obras aquí.
Todas las obras son publicadas por la RAE y la ASALE.[42]
Don Quijote de la Mancha (1605), de Miguel de Cervantes. Publicada en 2004 con motivo del IV centenario de su publicación y reeditada en 2015 por el IV centenario de la muerte del autor.
Gabriela Mistral en verso y prosa, de Gabriela Mistral. Publicada en 2010, también con motivo del V Congreso Internacional de la Lengua Española.
La ciudad y los perros (1963), de Mario Vargas Llosa. Publicada en 2012 con motivo del 50.º aniversario de la publicación de una obra «fundamental del boom latinoamericano», como afirmó la RAE en un comunicado.
Son ediciones especiales de obras de autores españoles de los siglos XIX y XX que conmemoran los 300 años de la institución. La colección se inició con La busca, de Pío Baroja, y Misericordia, de Benito Pérez-Galdós.[43]
La RAE edita dos revistas en formato digital y acceso abierto:[44]
Boletín de la Real Academia Española (BRAE): Revista científica, semestral y de acceso abierto especializada en temas de literatura y lingüística hispánicas.[45]
Al pie de la letra. Geografía fantástica del alfabeto español (1.ª ed. 2001, 2ª ed. 2007, y 3ª ed. 2014). Obra en la que distintos académicos rinden homenaje a las letras del alfabeto que designan sus plazas en la corporación.
Discursos académicos. Pedro Álvarez de Miranda dirige la edición de 12 discursos de ingreso de académicos de los siglos XIX y XX. Se incluye las conmemoraciones del Tercer Centenario y están publicadas por Biblioteca Nueva.[47]
El «Premio Real Academia Española» es un galardón literario entregado por la Real Academia Española desde el 2004, con periodicidad anual, alternando entre las categorías de creación literaria e investigación filológica.
↑Nombre con el que aparece en sus Estatutos; cf. Estatutos de la RAE. Otros nombres con los que se conoce la institución, como «Real Academia de la Lengua», «Real Academia de la Lengua Española» o «Real Academia Española de la Lengua» no son adecuados («Diccionario de la lengua española, claves de redacción». Fundéu. Consultado el 16 de octubre de 2014.
↑La primera fue Laura Bassi, que ingresó en la Academia de Ciencias de Bolonia el 20 de marzo de 1732; cf. [«Copia archivada». Archivado desde el original el 12 de junio de 2014. Consultado el 29 de marzo de 2014. Cavazza, M. «Laura Bassi», Classics on Line, p. 5.
↑Para una descripción y análisis más detallados del proceso fundacional de las academias americanas y filipina correspondientes, y de los estatutos que las ligaban a la RAE cf. «De la Hispanidad a la Hispanofonía».
↑Ángel González informa que Machado comenzó a escribir un discurso de ingreso en la Academia Española hacia 1929, pero abandonó la idea en 1931. González concluye que las razones, desconocidas, podrían deducirse del escaso aprecio que el poeta tenía por la Real institución. Por otra parte su elección, al parecer, fue instrumento del complot urdido por el dictador Miguel Primo de Rivera, en ese momento en el poder, para que no fuera elegido otro aspirante menos satisfactorio: Niceto Alcalá Zamora. En: González, Ángel: Antonio Machado (1986) Ediciones Jucar; p. 44.
Senz, Silvia; Minguell, Jordi; Alberte, Montserrat (2011). «Las academias de la lengua española, organismos de planificación lingüística». En Senz, Silvia; Alberte, Montserrat, eds. El dardo en la AcademiaI (1.ª edición). Barcelona: Melusina. pp. 371-550. ISBN978-84-96614-98-7.