El sistema electoral mayoritario se puede definir como el conjunto de normas y procedimientos por el cual se transforma la voluntad popular (en forma de votos) en representación parlamentaria (escaños). Dependiendo del modo en que se formalice el recuento de los votos, el sistema electoral será mayoritario o proporcional. Dentro de los primeros, podemos distinguir entre los sistemas mayoritarios a una vuelta, con dos subtipos «uninominal y plurinominal» y los sistemas mayoritarios a dos vueltas.
Este sistema se caracteriza porque en cada circunscripción electoral se elige solamente a un diputado, de ahí uninominal. Solo hay una vuelta y se elige al que más votos obtiene, por lo que el resto no obtiene representación, lo que perjudica claramente a las minorías. Este tipo de sistema favorece la existencia del llamado «voto útil», que supone la votación por el candidato que más posibilidades tiene sin que sea necesariamente la primera preferencia del elector.
Esta modalidad favorece que el sistema tienda al bipartidismo y se produzca lo que se conoce como «la teoría del péndulo»: cada partido tiene sus electores naturales -que le votan o se abstienen-, y el «voto flotante», que se corresponde con los electores que votan a uno u otro según la campaña, el candidato o sus motivaciones personales. Este sistema favorece la alternancia entre dos partidos, en un cambio cíclico entre uno y otro.
Este sistema provoca la existencia de un ganador con mayoría absoluta, lo que implica un importante grado de estabilidad del sistema político, cuyo primer ministro obtiene apoyo de la mayoría. Esto implica que a la mínima votación negativa el primer ministro no se vea obligado a dimitir.
Este tipo de sistema electoral es el más sencillo y ya se usaba en la Edad Media para elegir a cargos eclesiásticos.
Hay algunas teorías que afirman que el bipartidismo existe porque a los partidos les interesa mantenerlo, ya que bastaría con cambiar el sistema electoral. Otros autores, en cambio, defienden que es a la inversa, que es el sistema electoral el que lleva al bipartidismo.
Los partidarios de este sistema subrayan que favorece que los candidatos tengan que mantener el contacto con su electorado.
En la práctica, pese a que el sistema mayoritario favorece el bipartidismo, éste sin embargo no es comparable a los sistemas proporcionales donde la democracia interna en los partidos es muy difícil de garantizar o inexistente en la mayoría de los casos.
A diferencia de los sistemas de representación proporcional, donde los aparatos, con el poder que les otorga la designación de las listas electorales, obstaculizan o anulan completamente la discrepancia interna imponiéndose el criterio de las cúpulas a las que todos los parlamentarios obedecen, en los modelos mayoritarios en cambio por su mayor representatividad, autonomía y cercanía al elector el debate interno y parlamentario fluye en mayor medida que en los sistemas multipartidistas.
Es por eso que en los sistemas electorales mixtos (mayoritario/proporcional) como el alemán o neozelandés, estos diputados de distrito elegidos en pequeñas circunscripciones garantizan la democracia interna en los partidos y en consecuencia las listas de la parte proporcional son elaboradas siguiendo un criterio transparente, siendo garantes de la existencia de contrapesos que impiden el abuso de las cúpulas.
En este tipo de sistema electoral, la elección se hace sobre varios nombres de candidatos, el número depende del sistema, pero siempre habrá 2 o más opciones. Las características y los efectos de este sistema son diferentes del uninominal, ya que en aquel, es más importante el candidato, mientras que en el plurinominal cuenta más el partido. El votante puede no reparar en los nombres de los candidatos y elegir solo el color que identifica al partido; incluso puede influir el orden alfabético de la lista, ya que algunos votantes tienden a votar a los primeros.
Este sistema es el que se usa para la elección de Senadores en España. En cada circunscripción se eligen cuatro senadores, con excepción de Ceuta, Melilla y los archipiélagos balear y canario. Cada partido o candidatura presenta un máximo de tres candidatos, pero son elegidos los cuatro más votados, por lo que generalmente son elegidos tres de un partido y uno de otro.
Este sistema electoral se caracteriza porque la expresión de la voluntad popular se realiza en dos tiempos. El caso arquetípico es el sistema electoral francés. Para ser elegido en la 1.ª vuelta, es necesario obtener la mayoría absoluta, lo que haría innecesario una 2.ª vuelta. Generalmente esto no suele ocurrir, ya que en la primera vuelta suele existir una dispersión ideológica en cuanto al sentido del voto, por lo que el "voto útil" opera con escasa intensidad.
Para la 2.ª vuelta, se hacen alianzas de afinidad ideológica de forma que se retira el candidato peor situado para que sus votantes ejerzan el voto útil en la segunda vuelta al mejor situado del espectro ideológico. Esto provoca que el sistema se configure con un multipartidismo atemperado por las alianzas de las segundas vueltas.
Uno de los inconvenientes de los sistemas electorales de representación mayoritaria es su falta de equidad. En general, todos los sistemas favorecen a los grandes partidos, pero se hace mucho más evidente en los mayoritarios a una vuelta, que castigan con dureza las terceras opiniones, por lo que existe el problema de la no-representación de las minorías. En países sociológicamente homogéneos esto no representa grandes problemas, pero sí puede serlo en estados con cierta fragmentación social, como puede ser el caso de España.[1] Cabe añadir, que aunque el sistema mayoritario perjudica a las terceras opciones, esto también ocurre en algunos sistemas proporcionales, como en el caso español con IU y UPyD.