Trovo alpujarreño | ||
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Orígenes musicales | Poesía, fandango, jarcha | |
Orígenes culturales | Tradición musical y poética del Mediterráneo | |
Instrumentos comunes | Voz, guitarra, bandurria, castañuelas, violín | |
Popularidad | Limitado a su área geográfica | |
Subgéneros | ||
Trovo murciano | ||
El trovo es una forma musical tradicional de la comarca de La Alpujarra (Almería y Granada), así como de otras zonas del sureste español (provincia de Murcia, norte de las provincias de Granada y Almería y sur de la provincia de Albacete), consistente en la improvisación de "poesía dialogada" sobre una base musical folclórica. Los trovos se ejecutan también en la zona del oeste de Granada (comarca de Loja), sureste de Córdoba (Subbética cordobesa) y noreste de Málaga.
El trovo marca las grandes coordenadas culturales de La Alpujarra, el modo de ser, sentir, pensar de los hombres y mujeres de esa tierra y, en consecuencia, es la más importante manifestación cultural de la zona.[1]
La "discusión dialéctica" entre dos troveros responde a un patrón que ha estado presente en un gran número de culturas, y forma parte de la tradición asiática, de las culturas griega y romana y de la historia del Mediterráneo musulmán.[2]
En el mundo árabe, la improvisación es un arte arraigado desde el siglo VIII. La costumbre de improvisar con un pie forzado aparece en multitud de textos musulmanes, incluyendo Las mil y una noches, generándose incluso todo un sistema de juegos poéticos basados en la repentización.[3] El arte de la poesía improvisada, en forma de duelos entre dos poetas, está suficientemente acreditado en al-Ándalus.[4]
A partir de 1492, y especialmente tras la rebelión de los moriscos liderados por Abén Humeya (1568-1570), La Alpujarra sufre un proceso de feroz despoblación y posterior repoblación con colonos extraídos de entre los grupos sociales más desfavorecidos de Galicia, Castilla y Andalucía, básicamente. En este largo período de casi un siglo, los moriscos alpujarreños mantuvieron sus tradiciones músico-poéticas (burlerías, berlandinas, etc.) y sus bailes (zambra, zarabanda, etc.). La despoblación y, sobre todo, el fracaso socioeconómico de los primeros repobladores, supuso la desaparición, no sólo de alquerías, caminos y acequias, sino también la pérdida del acervo cultural granadino.
La evolución cultural que supuso la expulsión de los moriscos, sin embargo, no afectó a la propia persistencia del repentismo poético en La Alpujarra. De hecho, diversos textos del siglo XVI muestran que el sur de la península era famosa por sus decidores y trovadores de repente. Y aunque no han quedado muchas referencias a los trovos de La Alpujarra, zona muy deprimida social y económicamente en la época, entre los siglos XVII y XVIII, sí existen numerosos textos literarios sobre el trovo en otros lugares cercanos.[5]
El fuerte crecimiento demográfico y económico de La Alpujarra a comienzos del siglo XIX, basado sobre todo en el vino, permitió al trovo volver a una posición más visible. Prácticamente todos los viajeros románticos (Carlos Dembowski, Washington Irving, Richard Ford, etc.) hacen referencia al trovo, que experimenta una época de gran difusión. La filoxera (1884 - 1885) acaba con el sueño alpujarreño.
Como toda manifestación popular, el trovo ha estado muy vinculado, históricamente, al ecosistema, a los procesos productivos y a las ideologías. Especialmente, su desarrollo ha estado afectado por las migraciones que se han sucedido en la zona a partir de comienzos del siglo XX, y sobre todo con las emigraciones masivas de agricultores alpujarreños hacia las minas de Sierra Almagrera (Almería) y de Linares (Jaén).
El trovo alpujarreño enlazó de esta manera con la tradición de trovo murciano, que había tomado carácter propio a partir de 1880, saliendo de las minas y tabernas en lo social, y sustituyendo la quintilla tradicional de esta poesía por otro tipo de estrofas literarias, la décima y la glosa.[6]
A partir de los años años 1940, el trovo murciano comienza a introducirse, ya de una forma clara, en La Alpujarra, en un período de fuertes tensiones y contradicciones internas para la música popular de la zona que, junto con el descrédito general de la música folclórica a partir de los años 50, condena al Trovo al semi-olvido, relegado a sólo algunas cortijadas.
Desde el año 1982, se desarrolla, de forma anual, el Festival de Música Tradicional de la Alpujarra, que ha permitido recuperar la tradición trovera. De hecho, fue declarado Bien de Interés Cultural inmaterial en la Comunidad de Murcia en 2014.[7]
La tradición del trovo no solo se mantuvo en España, sino también en otros países hispanoamericanos, especialmente en Colombia y Cuba, donde se conoce como Trovo Cubano o Trova. En varias ocasiones, troveros alpujarreños y cubanos han medido sus capacidades.
En la actualidad, el trovo se ha conservado, fundamentalmente, en la zona de La Contraviesa, la cadena montañosa, paralela a Sierra Nevada, que cierra La Alpujarra hacia el mar. Sobre todo, en los municipios de Adra, Albuñol, Albondón, Murtas y Turón.
La fiesta del trovo se realizaba de forma espontánea: un grupo de personas se reunían durante la noche en un cortijo; la fiesta podía durar horas, a veces días.[8] En la mayoría de las ocasiones, especialmente antes de finales del siglo XX, estas reuniones de trovo estaban relacionadas con formas de trabajo colectivo, llamadas tornapeón, como puedan ser la finalización de las cosechas, las mondaderas de almendras, etc.; trabajos colectivos que reforzaban la cohesión de los grupos, e incluían aspectos lúdicos
El trovo puede ser "cantao" o "hablao".
El trovo cantao se suele acompañar de guitarra, bandurria y violín. La música marca los versos y el número de sílabas que ha de decir el trovaor. Existen dos estilos de trovo cantao: El Morato y el Malagueño. El cante suele hacerse rajao, casi a gritos, hasta el punto de que, en ocasiones, resulta dificultoso entender lo que dice el trovador. Con frecuencia, se inicia la primera sílaba de la quintilla con un quejido (un ay!), que no vuelve a hacerse cuando se repite el verso.[9]
El trovo hablao es más íntimo y propio de reuniones pequeñas o, en los casos de festivales, cuando los músicos descansan y el ambiente está caldeado, con la consiguiente motivación de los trovadores. En esta modalidad es frecuente el uso de quintillas, décimas y glosas (al estilo murciano), así como artificios de rima obligada, de verso de cierre dado, etc. Normalmente, se hace cortao, es decir, que una misma estrofa la componen, por turnos, dos o más repentizadores.
En el libro sobre el trovo de La Alpujarra, editado por el Centro de Documentación Musical de Andalucía, se establecen siete tipos diferentes de trovos, desde la perspectiva de la temática sobre la que versan:
La música del trovo está basada en la tradición del fandango andaluz. Aunque la estructura global está marcada por el ritmo, los melismas finales de cada estrofa quedan a la improvisación del cantaor, igual que en el flamenco.
Está en compás de 3/4, y usualmente consta de dos partes:
La danza utilizada con el trovo es, naturalmente, el fandango, que consta de dos partes o tipos, que en la zona se conocen como mudanzas y robao, respectivamente. Charles Davillier y Gustavo Doré, en 1862, ya describen el trovo bailado, y más tarde también lo harán Pedro Antonio de Alarcón (1872) y Jean-Christian Spahni (1954).
Es importante recordar que el mismo origen, el fandango, que el trovo alpujarreño, tienen otras danzas y músicas del sur de Andalucía, como los verdiales, las rondeñas, etc.
En su artículo Experiencias de trovadores, músicos y aficionados,[11] Concha Peralta realiza entrevistas y análisis de estilo de los principales troveros de la Alpujarra, a finales del siglo XX: